“Siempre recuerdo esa cara que me decía: está muerto. Me derrumbé en el sofá. Me sentí destruida, vacía, abandonada. Era un dolor insoportable, incluso físico. No sé cuánto tiempo estuve allí … Sé que en un momento determinado llegó Dios. Dios estaba allí conmigo, en ese sofá".
Portaluz