Millones de católicos que habrían dejado de confesarse tienen una débil formación y escasa vida de oración

13 de mayo de 2022

Jesús le dijo a Sor Faustina: “Escribe de Mi Misericordia. Di a las almas que es en el tribunal de la misericordia donde han de buscar consuelo (…) Oh infelices que no disfrutan de este milagro de la Divina Misericordia; lo pedirán en vano cuando sea demasiado tarde” (Diario de Santa Faustina, 1448).

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La aldea de Bosnia Herzegovina, Medjugorje, mundialmente conocida por las apariciones de la Virgen, lo es también por el alto número de peregrinos -millones en la última década- que allí se confiesan; muchos de ellos después de años sin acudir al encuentro con Dios en el sacramento de la reconciliación.

 

Lo de Medjugorje es extraordinario, porque según muestran distintas encuestas (una de la Georgetown University, el Informe de la Conferencia Episcopal de Alemania, entre otros), la mayoría de los católicos habrían dejado de confesarse. Estudios recientes como el de la Fundación Ferrer y Guardia en España afirman incluso que en ese país europeo la población creyente "que manifiesta una opción de conciencia religiosa y que se declara practicante habitual se ha reducido hasta el 18,3%".  

 

Conociendo y analizando estas investigaciones se puede concluir que la conciencia de pecado parece debilitarse en paralelo a la frágil formación de muchos creyentes que no podrían siquiera recitar el decálogo o los siete pecados capitales. Cuestiones básicas de la doctrina que recuerdan al creyente algunos mínimos que involucra el caminar en la fe y así reconocer a qué mandamientos ha faltado o si se ha colado en el alma alguna de las faltas capitales.

 

Al respecto, un estudio del Pew Research Center concluyó: "los católicos que asisten a misa al menos una vez a la semana están divididos sobre si es o no un pecado la cohabitación (el 46% dice que es pecado, el 45% dice que no lo es) y también sobre el volver a casarse sin anulación (46% frente al 42%). Luego, entre los católicos que asisten a misa menos de una vez a la semana, la mitad o más dicen que la cohabitación y el nuevo matrimonio sin anulación no son un pecado (59% y 54%, respectivamente)".

 

También la ciencia y los testigos reconocen que sana y libera

 



En la contraparte estadística al menos diez estudios -como el de los investigadores Kenneth S. Kendler, Xiao-Qing Liu, Charles O. Gardner, Michael E. McCullough, David Larson y Carol A. Prescott, en "Dimensions of Religiosity and Their Relationship to Lifetime Psychiatric and Substance Use Disorders", American Journal of Psychiatry 160, No. 3 (March 2003): 496-503-, validan que la práctica sacramental se asocia con una variedad de indicadores positivos para la salud de niños, adultos y ancianos.


Lo confirma también testimonio del médico británico John Morrissey, un católico que en su camino de relajo, se alejó de Dios. Tras 10 años sin confesarse, con una "vida moral pintada en varias gamas de negro, y la cabeza llena de sincretismo confuso, sin sentido, de la Nueva Era" -según testimonia-, este hombre encontró la sanación en el sacramento. "Con las palabras finales de la absolución, con mis ojos cerrados, mi miedo desapareció completamente. Nunca había estado tan agradecido como en ese momento. Pedí perdón por mi alocada intrusión y dejé esa casa en paz. Nada de lo externo había cambiado, pero yo había cambiado, había sido reconciliado", señala el dr. Morrissey.

 

Dramático es el testimonio del norteamericano Esteban Lee Goff quien por más de dos décadas había ocultado que era el asesino de "Ricky", su amigo de infancia. Un viernes santo del año 2013 el peso de su conciencia se hizo insostenible y tres días después acabaría confesando a las autoridades y sacramentalmente su pecado: "Mi confesión de asesinato me salvó la vida, nunca me he sentido más libre que ahora. Esto parece una completa ironía, considerando que estoy escribiendo estas líneas tras las rejas. Cuando yo muera, tendré que presentarme ante Dios y rendirle cuentas del horrendo crimen de haber quitado una valiosa vida creada por él, y ese pensamiento me hace estremecerme. Con todo, he reconocido mi pecado en Confesión sacramental y estoy haciendo penitencia. Sé que Dios me ha perdonado y tengo fe en la misericordia de mi divino Redentor. Mientras tanto, hago todo lo que puedo para cultivar mi fe… En el penal tenemos la Misa semanal y hay oportunidad de confesarse... Lo único que quiero hacer hoy es dedicar el resto de mi vida a propagar la buena noticia de Jesucristo, mi Señor".

 

Batallando contra el demonio

 

 

Pero, aunque los hechos y millones de testigos evidencien el carácter benéfico de este sacramento, otros tantos creyentes siguen sin verse y sin ver. Para el conocido sacerdote Ghislain Roy esto se explica por una acción eficiente del demonio.

 

"Satanás -dice el padre Ghislain- está haciendo todo lo que puede para alejar al sacerdote del confesionario. Si quieren que un sacerdote vuelva a descubrir el don del sacerdocio vayan a confesarse con él, hagan que celebre eucaristías. Recordemos, por ejemplo, que san Juan María Vianney pasaba diecisiete horas en el confesionario y que Satanás durante un exorcismo dijo que si hubiera habido tres sacerdotes como él, toda Francia se habría convertido. Hoy las personas están cada vez más cegadas por el mal y el pecado. Es una ceguera que viene de Satanás y toca toda la Iglesia. Porque cada vez hay menos sacerdotes que viven el sacramento del perdón. Cada vez menos personas se confiesan debido a la falta de disponibilidad de los sacerdotes y el endurecimiento del corazón de las personas. La gente ya ni se da cuenta del daño, del mal que cometen".

 

Esta alerta del sacerdote Roy fue dada por el propio Jesús a Santa Faustina Kowalska, según cita en el número 1448 de su Diario la santa: "Escribe de Mi Misericordia. Di a las almas que es en el tribunal de la misericordia donde han de buscar consuelo; allí tienen lugar los milagros más grandes y se repiten incesantemente. Para obtener este milagro no hay que hacer una peregrinación lejana ni celebrar algunos ritos exteriores, sino que basta acercarse con fe a los pies de Mi representante, y confesarle con fe su miseria y el milagro de la Misericordia de Dios se manifestará en toda su plenitud. Aunque un alma fuera como un cadáver descomponiéndose de tal manera que desde el punto de vista humano no existiera esperanza alguna de restauración y todo estuviese ya perdido. No es así para Dios. El milagro de la Divina Misericordia restaura a esa alma en toda su plenitud. Oh infelices que no disfrutan de este milagro de la Divina Misericordia; lo pedirán en vano cuando sea demasiado tarde".

 

 

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