La crisis social y política en Venezuela ha dado lugar a que miles de personas emigren a Brasil en búsqueda de recursos médicos. La falta de servicios sanitarios en el propio país empuja a la migración forzada.
1. El caso de Venezuela. La ONG internacional Human Right Watch presentó el pasado 18 de abril un informe titulado “Venezuela: la crisis humanitaria se extiende a Brasil”. El documento menciona que ya son 12 mil venezolanos los que han abandonado su país y han llegado a Brasil desde 2014.
Este informe menciona también que la falta de atención médica por falta de recursos básicos en Venezuela es una de las principales causas por la que los venezolanos deciden huir hacía Brasil. Peor aun, en muchos casos los mismos hospitales venezolanos son los que sugieren a las personas emprender este viaje.
Las cifras son muy crudas. El 80 por ciento de las personas que son atendidas en los hospitales de Pacaraima, municipio brasileño que colinda con Venezuela, son venezolanos que llegan en situaciones mucho más graves que las de los brasileños.
“Muchos (venezolanos) entran malnutridos o con complicaciones de enfermedades que ya tenía como VIH o tuberculosis y que no habían sido tratadas en su país”, explica el informe. (El Mundo, 18 abr. 2017)
2. La migración forzada, tragedia con rostro humano. La Organización Internacional para las Migraciones de la ONU define la migración forzada como un movimiento de personas para “escapar de la persecución, el conflicto, la represión, los desastres naturales y los provocados por el hombre, la degradación ecológica u otras situaciones que ponen en peligro su existencia, su libertad o su forma de vida”.
El Papa Francisco con frecuencia ha explicado que esta tragedia humanitaria es un problema de personas concretas y no de meras estadísticas. “Esta crisis, que se puede medir en cifras, nosotros queremos medirla por nombres, por historias, por familias. Son hermanos y hermanas que salen expulsados por la pobreza y la violencia, por el narcotráfico y el crimen organizado.” (Discurso, 21 feb. 2017)
La periodista Agnese Marra recoge testimonios que muestran el sufrimiento de personas concretas en esa frontera de Brasil. Por ejemplo, Geraldine Dhil decidió abandonar Venezuela y comenzar su viaje a Brasil. Con 32 años, tomó su mochila y caminó 200 km. Para llegar a Boa Vista. Geraldine tomó esta decisión porque era el único modo de conseguir los medicamentos de su hija que tiene 13 años y padece cáncer. (El Mundo, 18 abr. 2017)
3. El derecho a ser acogidos. A diferencia de las posturas que buscan poner muros en las fronteras de los países con más recursos, el Magisterio del Papa sostiene que el migrar es esencialmente una “expresión del anhelo intrínseco a la felicidad precisamente de cada ser humano, felicidad que es buscada y perseguida”. (Ibidem)
Sin embargo, como explica Francisco, la primera solución para los migrantes y sus familias debería iniciar en sus propias naciones, pues es “allí donde debe ser garantizado, junto al derecho a emigrar, también el derecho a no emigrar, es decir el derecho de encontrar en la patria condiciones que permiten una realización digna de la existencia”.
Las tragedias humanitarias antes que meras cifras, son siempre el conjunto de historias concretas de personas con nombre, con un rostro, cuya dignidad ha sido maltratada. Y para un creyente cristiano siempre serán un reclamo para prestar una ayuda concreta: “era forastero – migrante– y me acogiste” (Mateo 25, 35).
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