A la gran consternación por el atentado realizado por un jovencito en su propia escuela, se suma la sorpresa del papel de las redes sociales en la violencia juvenil. Es tiempo de duelo, pero también de reflexión. ¿Qué nos toca hacer?
1. El fondo de la noticia. El pasado 18 de enero, un adolescente de 15 años, estudiante de secundaria en el Colegio Americano del Noreste, en Monterrey (al norte de México), seguramente bajo los efectos de una depresión psicológica ya en tratamiento, disparó contra una profesora y tres compañeros, para luego suicidarse.
La triste noticia dio la vuelta al mundo. El Clarín (Argentina) destacó su joven edad y que pudo introducir una pistola; Los Ángeles Times (EUA) describe cómo sucedió el ataque; El País (España) habla de una tragedia, y el USA Today exhibió fotos y un video del trágico hecho. (Cfr. excelsior.com.mx, 19 ene. 2017)
Más allá del sensacionalismo, realmente se trata de un hecho impactante, porque un adolescente realiza una acción que rompe con los valores humanos fundamentales: el valor de la vida y de la familia, el sentido de la amistad y del respeto, junto con la facilidad para conseguir los medios para perpetrar esta masacre.
2. El rol de las redes sociales. Después de los trágicos hechos, la redes sociales mexicanas se vieron inundadas de información y de opiniones, hasta el punto de que tuvimos que cuestionarnos qué es lo verdadero y qué es mera hipótesis sobre este caso.
Primero, se difundió que el responsable del tiroteo había anunciado que realizaría este ataque, mediante un foro en “Hispachan” (que es un “tablón de imágenes”, de conversaciones anónimas, utilizado por atacantes y suicidas), aunque la Policía Cibernética Federal informó que “no hay prueba que sea real”.
También se habló de un grupo de Facebook, autodenominado “Legión Holk”. Integrantes de este grupo publicaron que el atacante del colegio era uno de sus miembros, aunque no había ningún mensaje en el perfil del agresor.
El tema importante no es si el joven anunció o no el ataque. Más bien, esto nos señala que la sociedad no le ha dado importancia a la existencia grupos en redes sociales que fomentan y alaban la violencia entre los menores de edad.
3. ¿Hace falta difundir imágenes violentas? También fue muy llamativo que a las pocas horas de la agresión empezó a circular un video del atentado, a pesar de que las autoridades mexicanas habían pedido que no se difundieran imágenes de este ataque, ya que por ley está prohibido difundir datos personales de niñas, niños o adolescentes relacionados con la comisión de un delito, ya sean autores, víctimas o testigos.
Es muy loable que bastantes periodistas y medios se negaron a difundir el video o imágenes de las víctimas. El motivo expreso fue el respeto tanto hacia las víctimas como hacia los lectores de los medios de información.
Por ejemplo, la Redacción de Excélsior explicó que no difundirían el video “porque las escenas son brutales, y porque es momento de hacer una pausa para preguntarnos qué es lo que queremos como país”.
A posteriori, nos hemos dado cuenta que este ataque se debió, en parte, a que las familias y de la sociedad quizá no hemos puesto la suficiente atención a la violencia que se fomenta en una parte escondida del mundo de las redes sociales.
Como sociedad debemos dejar de lado la indiferencia ante el grave problema de la violencia juvenil difundida por internet. Y, a la vez, debemos tener la valentía de proponer un sólido modelo de familia, lleno de valores y principios.
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