El hambre es una tragedia de la que los medios nos informan a diario, pero la reacción frecuente es la indiferencia. Por eso, el Papa Francisco dio voz a los que padecen hambre y golpeó las conciencias de quienes “están inmunes ante las tragedias ajenas”.
1. Una visita histórica. El Pontífice argentino acudió por primera vez a la sede central del Programa Mundial de Alimentos (PMA), en Roma, con motivo de la inauguración de la sesión anual de su junta directiva.
La presidenta de la Asamblea, la embajadora Stephanie Hochstetter Skinner-Klée, recibió a Francisco con todos los honores, con la esperanza de que las palabras del Pontífice sobre la necesidad de combatir el hambre en el mundo tengan tanta influencia como sus repetidos discursos sobre la importancia de respetar el medio ambiente y de luchar por un planeta sostenible.
Por su parte, al saludar y agradecer a los miembros del PMA, el Santo Padre insistió en que la lucha contra el hambre no puede no “interpelarnos”. Y, más tarde, vía Twitter, Francisco invitó a las “instituciones internacionales a dar voz a todas las personas que sufren silenciosamente el hambre” (El Mundo, 13 jun. 2016; Aleteia, 13 jun. 2106)
2. La indiferencia ante el dolor ajeno. El Papa se refirió a nuestro “mundo híper comunicado” (es decir, a la sociedad actual, que tiene una gran capacidad de recibir información en vivo desde cualquier parte del mundo, y que presencia las tragedias en tiempo real).
Y así se da esta paradoja: “la excesiva información con la que contamos va generando paulatinamente la naturalización de la miseria”. Es decir, da igual que millones de personas pasen hambre, se encuentren desplazadas o vivan en guerra, y que nosotros seamos conscientes de ello.
“Nos volvemos inmunes a las tragedias ajenas y las evaluamos como algo natural”, lamentó el Pontífice, quien añadió: “Son tantas las imágenes que nos invaden que vemos el dolor, pero no lo tocamos; sentimos el llanto, pero no lo consolamos; vemos la sed, pero no la saciamos”.
3. Trágico: alimentos, no; armas, sí. Francisco puso de manifiesto otra absurda paradoja que existe actualmente en las guerras. Denunció que “mientras las ayudas y los planes de desarrollo se ven obstaculizados por intrincadas e incomprensibles decisiones políticas, por sesgadas visiones ideológicas o por infranqueables barreras aduaneras, las armas no”.
El Papa lamentó que sin importar la proveniencia de las armas, éstas “circulan con una libertad jactanciosa y casi absoluta en tantas partes del mundo”. Explicó que en algunos casos, “la misma hambre se utiliza como arma de guerra”.
4. Una vía de solución. Pero el Obispo de Roma no solo hizo una denuncia, sino también apuntó a una respuesta: revalorar la dignidad de cada persona. Por eso, Francisco le pidió al personal del PAM, que no caiga en la tentación de normalizar y burocratizar ellos también el hambre y la pobreza.
Y le dio la clave para superar esa posible burocracia: “El secreto es ver detrás de cada expediente un rostro humano que requiere ayuda. Escuchar el grito del pobre les permitirá no dejarse encasillar en fríos formularios”, explicó.
Gracias a los medios de comunicación, somos testigos de las hambrunas en África, de las carencias de alimentos en Venezuela… pero podemos desentendernos de las personas que no tienen comida en nuestras propias ciudades.
Esta indiferencia es un indicador real de nuestra propia “deshumanización”. En cambio, en la “capacidad de socorrer al hambriento y al sediento podemos medir el pulso de nuestra humanidad” (Francisco).
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