El Papa publicó el esperado documento sobre la familia. Francisco presenta un ambicioso proyecto pastoral para rescatar y consolidar la institución familiar, pero las polémicas previas impiden reconocerlo. Para entender la “Amoris Laetitia” (AL), hay que superar la dicotomía entre romper con lo anterior (progresismo) y aplicar con rigidez las normas generales (conservadurismo).
1. Los temas doctrinales sobre la familia. Como en algunos medios se había especulado que este documento cambiaría las grandes verdades sobre el matrimonio y la familia, lo primero que hay que decir es que éstas fueron explícitamente reafirmadas por Francisco.
Por dar un solo ejemplo, las notas de exclusividad, indisolubilidad y apertura a la vida como propiedades del matrimonio son expresamente reafirmadas en los nn. 53, 62, 77, 86, 123, 134,178 y 243.
2. La finalidad de AL. Fruto de dos sínodos de obispos sobre la familia, este documento pretende dar la buena nueva del anuncio cristiano sobre la familia (n. 1), en el contexto del mundo actual, para “ampliar nuestra mirada y reavivar nuestra conciencia sobre la importancia del matrimonio y la familia” (n. 2).
El Santo Padre pretende dos objetivos: estimular que se valore el modelo de las familias cristinas y alentar; y llevar misericordia “allí donde la vida familiar no se realiza perfectamente o no se desarrolla con paz y gozo” (n. 5).
3. Superar la dicotomía entre lo doctrinal y lo pastoral. Francisco comenta que las discusiones de los dos sínodos sobre la familia plantearon complejas cuestiones doctrinales, morales, espirituales y pastorales que requieren ser profundizados con libertad, y explica que si la reflexión “es fiel a la Iglesia, honesta, realista y creativa”, nos ayudará a “encontrar mayor” claridad (n. 2).
Y luego el Papa explica que las polémicas tanto en los medios como entre ministros de la Iglesia, se deben a dos extremos. Por una parte, el “un deseo desenfrenado de cambiar todo sin suficiente reflexión o fundamentación”; y, por otra, “la actitud de pretender resolver todo aplicando normativas generales o derivando conclusiones excesivas de algunas reflexiones teológicas” (n. 2).
4. El papel del Magisterio. El Santo Padre enuncia un principio de interpretación muy importante: “no todas las discusiones doctrinales, morales o pastorales deben ser resueltas con intervenciones magisteriales” (n.3).
En otras palabras, las discusiones (p. ej. sobre los divorciados vueltos a casar, etc.) se debe a la dificultad de la aplicación de las normas generales a los casos concretos, ya que esta aplicación se realiza mediante la prudencia.
“Es verdad, dice el Papa, que las normas generales presentan un bien que nunca se debe desatender ni descuidar, pero en su formulación no pueden abarcar absolutamente todas las situaciones particulares” (n. 304).
Y esto no es ninguna novedad de Francisco, sino que es doctrina de Santo Tomás de Aquino, citada por el Papa en el n. 304: “aunque en los principios generales haya necesidad, cuanto más se afrontan las cosas particulares, tanta más indeterminación hay” (Suma Teológica, I-II, q. 94, a. 4). Por eso, no se debe pretender que el Magisterio dicte reglas generales para cada caso concreto.
Francisco recomienda que no se haga “una lectura general apresurada” (n. 7) de AL. Y, si se nos permite, añadiríamos que tampoco se lea buscando polemizar, sino que AL sea estudiada como un programa práctico para ayudar a que las familias, desde sus realidades concretas, puedan vivir el proyecto divino sobre la familia.
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