Bruce Missen y su esposa Louise

El policía australiano Bruce Missen era ateo, fue atacado por matones y aquí confidencia cómo Dios salvó su vida

13 de mayo de 2023

Atacado por un grupo de matones durante una detención rutinaria, sufrió heridas horribles que le obligaron a someterse a más de 30 operaciones quirúrgicas y acabaron con su carrera.

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Feliz de estar formando familia, ser padre de dos hijos y con una prometedora carrera en las fuerzas policiales, el australiano Bruce Missen sentía que el mundo estaba a sus pies… hasta que enfrentó un fatal evento.

 

Atacado por un grupo de matones durante una detención rutinaria, sufrió heridas horribles que le obligaron a someterse a más de 30 operaciones quirúrgicas y acabaron con su carrera. Alcohólico, deprimido, con ansiedad severa y trastorno de estrés postraumático, Bruce era incapaz de ver la luz al final del túnel, hasta que Dios le arrastró "pateando y gritando" de vuelta a la vida. "Todo lo que tienes que hacer es dejar entrar a Dios un minuto; si le das un centímetro, te pedirá más de un kilómetro hasta que vuelva a entrar", bromea y sonríe.

 

Bautizado de bebé por insistencia de su padre católico, sus padres se separaron cuando él sólo tenía dos años y su madre declaró que la religión era tabú en su casa. A pesar de asistir a escuelas católicas, a Bruce y sus cuatro hermanos les disuadían de hablar sobre la fe y a menudo les recordaban que sólo iban por la calidad educativa que ofrecían. Y así fue abrazando el ateísmo.

 

Haciendo abuso de la fe

 

 

En su juventud, mientras vivía en el centro de entrenamiento de Kapooka para reclutas del ejército, vio que podría evitar algunos trabajos si se declaraba un hombre de fe y decidió aprovecharlo al máximo. "Al entrar en el ejército, enseguida me di cuenta de que a las personas creyentes se las trataba de forma diferente. El cabo pedía a los que eran religiosos que fueran a una habitación a misa y luego podían tomar el té con el padre, mientras que a los demás nos dejaban para trabajar, quizá limpiando. Me pareció bastante injusto, así que levanté la mano (mintiendo al asegurar ser católico), simplemente para no trabajar”.

 

Lo que no sabía Bruce era que Dios se podía servir incluso de su mentira para tocarle el corazón. "Desde la primera vez que fui a misa sentí una paz interior que nunca había sentido. Y cuanto más iba, más quería saber. Durante el resto de mi estancia en Kapooka seguí reuniéndome con el padre y explorando", recuerda.

 

El abrazo de Dios

 

 

Bruce acabó ingresando en la policía militar y durante los años siguientes siguió reflexionando sobre el sentido trascendente de la existencia. Pero no fue hasta que una familia le invitó a la parroquia San Lucas en Revesby -para asistir a misa- que encontró las respuestas. "Yo no sabía ni cómo hacer la señal de la cruz o rezar; cuándo ponerme de pie o arrodillarme. Pero no importó porque me sentía muy a gusto y cómodo. El P. Geoffrey Plant era el sacerdote y me enganchó; me ponía vídeos con sus homilías y muy pronto pasé de ni siquiera pensar en rezar, a no poder pasar un día sin hacerlo".

 

Bruce se dejó abrazar por Dios, se hizo sólido en la fe al punto de ser catequista, luego ministro de la eucaristía y finalmente acólito. Unos años más tarde y con una fe compartida, se casó sacramentalmente con Louise. Luego, con la llegada de Gia y su hijo Chase poco después, se convirtieron en una familia de cuatro muy unida.

 

Rescatado desde el fondo del abismo

 

 

Pero la vida de Bruce y la de todo el grupo familiar se verían sometidas a un brutal y doloroso proceso, cuando Bruce sufrió la agresión de los delincuentes que puso fin a su carrera durante los disturbios de Cronulla en 2005.

 

Necesitó una reconstrucción de mandíbula y cráneo, una placa metálica en la cabeza, injertos óseos y quedó sordo de un oído. Pasó unos 18 meses con un aparato ortopédico desde el cuello hasta el tobillo y la mandíbula fuertemente sujeta con alambres durante un año. "Estaba completamente perdido y no podía creer que Dios me abandonara después de haber tardado tanto en encontrarle", afirma.

 

A pesar de lo mucho que se resistió, su familia y varios feligreses no le dejaron solo. Le cortaban el césped, le ayudaban con la compra, le llevaban en coche y rezaban continuamente con él y por él. Y así, poco a poco fue encontrando lo que necesitaba para volver a la vida. "Fue Dios quien me arrastró -mientras yo permanecía pateando y gritando- hasta sacarme fuera de algunos de los momentos más duros y oscuros de mi vida", confidencia y añade con ímpetu espiritual desbordante…

 

"Sin duda, ser católico me salvó. Dios siempre enviará guerreros de Cristo para apoyarte. ¡Cómo no iba a ver la obra de Cristo a mi alrededor con estas personas mostrándome el camino! Mi fe me salvó, no quiero ni pensar lo que habría pasado sin ella. Fue Cristo quien me condujo hasta Louise, y ella ha sido increíble en la forma en que me ha apoyado y guiado. Dios actuó a través de ella, Él sabía que yo tenía preguntas, y a través de ella me dio las respuestas".

 

 

Fuente: Catholicweekly.com.au

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