Imagen ilustrativa, gentileza de Andres Hernández - Unsplash

El Instituto de la Caridad Universal: ¿una entidad benéfica… o la máscara atrayente de una secta esotérica?

18 de abril de 2024

En abril de 2024 se cumplen 50 años de la fundación del Instituto de la Caridad Universal, una organización ideada por el colombiano “Samael Aun Weor”, el iniciador de la gnosis contemporánea latinoamericana.

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En diversos países de América Latina opera una ONG denominada Instituto de la Caridad Universal (ICU). Su labor está dirigida, sobre todo, a personas con pocos recursos, y parecen tener una intencionada predilección por la infancia. Es habitual que acudan a barrios atrapados en la pobreza donde, además de repartir alimentos y juguetes –entre otros productos de necesidad básica–, realizan actividades que presentan como "culturales y de formación". Una forma de proceder que, a primera vista, hablaría muy bien de quienes parecen preocuparse de las personas de una forma integral que va más allá de lo meramente material.

 

El ICU -con particular presencia en Colombia y Venezuela- fue fundado en abril de 1974 y en ocasiones organiza acciones solidarias con ayuda de la gubernamental Defensa Civil Colombiana. Asimismo, en Venezuela desarrolla sus actividades solidarias utilizando el lema "Ayúdanos a ayudar", frase motivacional que hizo conocida Cáritas Venezuela; y es común que los representantes del ICU participen en programas de radio, incluso colándose en la emisora católica "Fe y Alegría".

 

Sin embargo, investigando en detalle las actividades del ICU, se descubre que muchas de ellas están vinculadas a la llamada Asociación Gnóstica de Estudios de Antropología y Ciencias A.C. Samael Aun Weor (AGEACAC SAW) y a una federación internacional denominada Lumen de Lumine, con sede central en Venezuela. De igual forma, en Colombia también hay un ICU que depende de la Confesión Gnóstica Internacional Antropológica Crística (COFGNIAC). ¿Qué está ocurriendo entonces?

 

Así se presenta la organización

 

 Imagen gentileza de Johan Godinez - Unsplash

 

Veamos, en primer lugar, lo que dice el ICU de sí mismo. "Somos una entidad sin ánimo de lucro que practica la caridad consciente, la defensa de los derechos humanos y la creación de valores a través de asistencia humanitaria para todas las personas que estén en condición de vulnerabilidad", asegura su web oficial colombiana. En concreto, lo que dicen hacer es gestionar "ayuda en especie y en dinero para ser entregada a las comunidades vulnerables". También llevan a cabo -afirman- "programas educativos, sociales y humanitarios que nos permitan brindarles ayuda espiritual, moral y material".

 

Una y otra vez su publicidad institucional insiste en el concepto de "caridad consciente" y se habla de valores. Pero en la mayoría de las ocasiones no se detalla cuáles son esos valores que comunican en su formación y desde los que plantean la acción, más allá de genéricos llamamientos a la generosidad y la solidaridad. Además, aunque a veces emplean alguna cita del capítulo 25 del Evangelio según san Mateo (el juicio universal, donde se expresan las obras de misericordia), también pueden encontrarse en sus contenidos frases de Sócrates y otros pensadores de la Historia. Y sus publicaciones en redes sociales parecen extraídas de libros de autoayuda, sin mucha sustancia.

 

Además, en los últimos estatutos legales del año 2021 de la Fundación Instituto de la Caridad Universal en Colombia -a los cuales hemos tenido acceso- nada menciona de sus vínculos con entidades gnósticas. ¿Por qué se esconde ese nexo? ¿O es un rumor infundado?

 

Un invento gnóstico

 

Víctor Manuel Gómez Rodríguez, alias Samael Aun Weor

 

La realidad es que tras la fachada de una organización benéfica sin mayor motivación que el altruismo y la filantropía, hay una red de entidades llamadas ICU –en ocasiones, como ya hemos apuntado, autónomas entre sí– que, a su vez, dependen de diversas sectas gnósticas cuyo origen está en el colombiano Víctor Manuel Gómez Rodríguez (1917-1977), uno de los principales referentes del esoterismo latinoamericano en el siglo XX, y que se autodenominó "Samael Aun Weor", además de ser llamado por sus seguidores "Nuestro Señor el Cristo". Recientemente hemos publicado en Portaluz el testimonio de un exadepto español, que muestra algunos de los daños provocados por estos grupos.

 

Precisamente en 1973 Samael publicó un libro titulado La caridad universal. En él podemos encontrar los conceptos y principios que sostienen el ICU. Ya en la introducción asegura: "no es éste un libro de eruditos sino de caridad consciente", y dice que "es necesario realizar el Cristo Social entre la humanidad doliente; es urgente sacrificarse por la humanidad", siendo este "sacrificio por la humanidad" uno de los tres factores de la llamada "revolución de la conciencia" que predican las sectas gnósticas samaelianas.

 

"La caridad debe ser consciente", insiste el autor. Y por eso, ante las injusticias que sufre tanta gente, "nosotros los Gnósticos debemos luchar por esos infelices. Debemos abrir comedores públicos para estos parias de la vida". Es notable el desprecio con el que Samael Aun Weor habla de los más pobres y desfavorecidos, algo que sólo se puede entender desde la conciencia elitista de los gnósticos, que se creen los únicos depositarios de una sabiduría divina, el único conocimiento que –según ellos– puede traer la salvación al ser humano.

 

Esta peculiar llamada a la solidaridad y a la ayuda está mezclada con un conveniente adoctrinamiento en cuestiones esotéricas. Así, podemos ver cómo en la obra se habla del karma como ley de causa y efecto, con su consiguiente creencia en la reencarnación (doctrinas propias del hinduismo). Según Víctor Manuel Gómez, el karma "controla la esencia y relativamente la personalidad".

 

Del libro a la realidad

 

 

Como todos los libros escritos por Samael, La caridad universal fue automáticamente incorporado al "canon" de su secta –que más tarde se disgregaría, dando lugar a decenas de grupos gnósticos que se extienden por todo el mundo asegurando ser sus herederos auténticos, y muchas veces enfrentados entre sí–. Y en poco tiempo dio lugar a una nueva realidad.

 

En efecto, entre los últimos días de 1972 y los primeros de 1973 se reunió en San Salvador el llamado Congreso Gnóstico Cristiano Ecuménico, que tuvo entre sus fines la creación del ICU. En la documentación de aquel evento hallamos que la comisión encargada de elaborar el proyecto afirmó "que se debe crear un Organismo de Caridad a todos los niveles, que opere eficazmente encajando dentro de las leyes de cada país", y que "debe crearse automáticamente por todos los miembros del MGCU de cada país". Se trata de las siglas del Movimiento Gnóstico Cristiano Universal, el nombre de la secta matriz mientras aún vivía Samael.

 

Por eso, dicha comisión recomendó "crear el Instituto de la Caridad Universal aquí y ahora", un organismo que "girará en torno al S.S.S. que será su directivo internacional". Se refiere al Summum Supremum Sanctuarium, la sede central de la secta de Samael. Además, "el Instituto tendrá un Presidente Nacional que será el mismo que represente la autoridad del Soberano Comendador en cada país", y "el Presidente Nacional del Instituto de la Caridad Universal coordinará todas las funciones de éste en su país, debiendo informar al S.S.S. sobre sus actividades".

 

La prueba de la secta tras la ONG

 

 

Por si quedara alguna duda sobre la dependencia del ICU y sobre la autoridad a la que está sometido desde su creación, leemos como última recomendación la siguiente: "Se sugiere la creación de un organigrama, cuya cabeza y consultor central sea el V.M. Samael Aun Weor, asesorado por el vice-consultor V.M. Gargha Kuichines". Cabe mencionar que las siglas que anteceden al nombre del fundador y al de su mano derecha (ambos nombres iniciáticos o revelados esotéricamente, no reales) no significa otra cosa que "venerable maestro", que es el tratamiento que dan en estas sectas a sus líderes supremos.

 

Este documento fundacional demuestra la profunda vinculación orgánica entre el ICU y las sectas gnósticas, algo que se oculta en los estatutos que la ONG presenta para ser aprobados legalmente en cada país, por lo que se puede presumir un fraude o, al menos, un engaño u ocultación de información relevante sobre la identidad de la agrupación.

 

En algunas ediciones posteriores del libro de Samael podemos encontrar, además del apéndice con la documentación del Congreso Gnóstico ya citado, un decreto de la Asamblea Legislativa de la República de El Salvador de 1975 concediendo la personalidad jurídica al ICU y, a continuación, sus estatutos. En ellos sí podemos rastrear su filiación gnóstica, en una única mención: cuando se señala que el patrimonio inicial procede del Movimiento Gnóstico Cristiano Salvadoreño.

 

También hay otra referencia en un decreto gubernamental de El Salvador, del año siguiente, donde se dice que el ICU “dará albergue temporalmente en sus instalaciones a cualquier miembro de la hermandad gnóstica nacional o internacional que lo necesite”. Pruebas iniciales de su vinculación sectaria que después han intentado borrar en su expansión internacional.

 

¿Hacen obras buenas? En el fondo, no es más que una estrategia de lavado de imagen, establecimiento de alianzas con organismos oficiales y caritativos y, sobre todo, ocasión para el proselitismo entre las personas más vulnerables. Una beneficencia que no busca realmente el bien de la persona, sino el de la organización.

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