El pecado de la gula y sus diversas manifestaciones en la catequesis del Papa. Texto completo y video

11 de enero de 2024

“Estamos hechos para ser hombres y mujeres ‘eucarísticos’, capaces de dar gracias, discretos en el uso de la tierra, y en cambio el peligro es que nos estemos convirtiendo en depredadores, y ahora nos estamos dando cuenta de que esta forma de ‘gula’ ha hecho mucho daño al mundo”.

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El Pontífice continuó su ciclo de catequesis sobre los vicios y las virtudes y reflexionó sobre la gula. Recordó que Jesús no veía nada malo en comer bien y algo de vino en compañía, y que no debemos sentirnos culpables por un trozo de tarta, pero debemos prestar atención a cómo las relaciones desequilibradas con la comida pueden dañar el planeta y nuestros corazones.

 

"Estamos hechos para ser hombres y mujeres 'eucarísticos', capaces de dar gracias, discretos en el uso de la tierra, y en cambio el peligro es que nos estemos convirtiendo en depredadores, y ahora nos estamos dando cuenta de que esta forma de 'gula' ha hecho mucho daño al mundo. Pidamos al Señor que nos ayude en el camino de la sobriedad, y que las diversas formas de gula no se apoderen de nuestras vidas", animó en su catequesis el Vicario de Cristo.

 

 

 PAPA FRANCISCO

AUDIENCIA GENERAL

Aula Pablo VI

miércoles, 10 de enero de 2024

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Catequesis. Vicios y virtudes. 3. La gula

 

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

 

En este camino de catequesis que estamos haciendo sobre los vicios y las virtudes, hoy nos detenemos en el vicio de la gula.

 

¿Qué nos dice el Evangelio al respecto? Fijémonos en Jesús. Su primer milagro, en las bodas de Caná, revela su simpatía por las alegrías humanas: se preocupa de que la fiesta acabe bien y regala a los novios una gran cantidad de vino fino. A lo largo de su ministerio, Jesús aparece como un profeta muy diferente del Bautista: si Juan es recordado por su ascetismo -comía lo que encontraba en el desierto-, Jesús es, en cambio, el Mesías que vemos a menudo en la mesa. Su comportamiento suscita escándalo en algunos, porque no sólo es benévolo con los pecadores, sino que incluso come con ellos; y este gesto demostraba su voluntad de comunión y cercanía con todos.

 

Pero hay también otra razón. Aunque la actitud de Jesús ante los preceptos judíos revela su plena sujeción a la Ley, también se muestra comprensivo con sus discípulos: cuando son sorprendidos in fraganti porque tienen hambre y cogen unas espigas en sábado, los justifica, acordándose que también el rey David y sus compañeros, necesitados, habían comido de los panes sagrados (cf. Mc 2,23-26). Y Jesús enuncia un nuevo principio: los invitados a la boda no pueden ayunar cuando el novio está con ellos; ayunarán cuando el novio les sea arrebatado. Ahora todo es relativo a Jesús. Cuando él está en medio de nosotros, no podemos llorar; pero a la hora de su pasión, entonces sí, ayunamos (cf. Mc 2,18-20). Jesús quiere que estemos alegres en su compañía -Él es el Esposo de la Iglesia-, pero también quiere que compartamos sus sufrimientos, que son también los sufrimientos de los pequeños y de los pobres.

 

Otro aspecto importante. Jesús abandona la distinción entre alimentos puros e impuros, distinción que hacía la ley judía. En realidad -enseña Jesús- no es lo que entra en el hombre lo que lo contamina, sino lo que sale de su corazón. Y así, diciendo "hizo puros todos los alimentos" (Mc 7,19). Por eso el cristianismo no contempla alimentos impuros. Sin embargo, la atención que debemos tener es la interior: por tanto, no en el alimento en sí, sino en nuestra relación con él. Y Jesús deja claro en esto que lo que hace bueno o malo, digamos, un alimento, no es el alimento en sí, sino la relación que tenemos con él. Y lo vemos, cuando una persona tiene una relación desordenada con la comida, miramos su forma de comer, come de prisa, como con ganas de saciarse y nunca se sacia, no tiene una buena relación con la comida, es esclavo de la comida.

  

Esta relación serena que Jesús estableció con respecto a la comida debería ser redescubierta y valorada, sobre todo en las sociedades de la llamada opulencia, donde se manifiestan tantos desequilibrios y patologías. Se come demasiado o demasiado poco. A menudo se come en soledad. Los trastornos alimentarios se extienden: anorexia, bulimia, obesidad... Y la medicina y la psicología intentan tratar la relación nociva con la comida. Una relación equivocada con la comida produce todas estas enfermedades.

 

Se trata de enfermedades, a menudo muy dolorosas, relacionadas sobre todo con tormentos de la psique y el alma. Comer es la manifestación de algo interior: la predisposición al equilibrio o a la desmesura; la capacidad de dar las gracias o la arrogante pretensión de autonomía; la empatía de quien sabe compartir la comida con los necesitados, o el egoísmo de quien lo acapara todo para sí. Esta pregunta es muy importante: dime cómo comes y te diré qué alma posees. En la forma de comer se revela nuestra interioridad, nuestros hábitos, nuestras disposiciones psíquicas.

 

Los antiguos Padres llamaban al vicio de la gula con el nombre de 'gastrimargia', término que puede traducirse como 'locura del vientre'. La gula es una "locura del vientre". Y también existe este proverbio: hay que comer para vivir, no vivir para comer. La gula es un vicio que se injerta en una de nuestras necesidades vitales, la de alimentarnos. Tengamos cuidado con esto.

 

Si lo consideramos desde un punto de vista social, la gula es quizá el vicio más peligroso que está acabando con el planeta. Porque el pecado de quien se entrega a un trozo de tarta, bien mirado, no causa gran daño, pero la voracidad con la que nos hemos lanzado, desde hace unos siglos, hacia los bienes del planeta está comprometiendo el futuro de todos. Nos hemos abalanzado sobre todo, para hacernos dueños de todo, ¡cuando todo estaba consignado a nuestra custodia, no a nuestra explotación! He aquí, pues, el gran pecado, la ira del vientre: hemos abjurado del nombre de hombres, para tomar otro, "consumidores". Y así se llama hoy en la vida social: 'consumidores'. Ni siquiera nos dimos cuenta de que alguien empezó a llamarnos así. Estamos hechos para ser hombres y mujeres "eucarísticos", capaces de dar gracias, discretos en el uso de la tierra, y en cambio el peligro es que nos estemos convirtiendo en depredadores, y ahora nos estamos dando cuenta de que esta forma de "gula" ha hecho mucho daño al mundo. Pidamos al Señor que nos ayude en el camino de la sobriedad, y que las diversas formas de gula no se apoderen de nuestras vidas.

 

 

Fuente: Vatican.va / Traducción al español de Portaluz

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