Tenía apenas 10 años cuando supo que sería sacerdote: “una alegría sobrenatural me invadió y sentí que Dios me llamaba”

03 de noviembre de 2023

“El sacerdote ha de ser hombre de oración, firme en su palabra y ordenado en su trabajo, con los pies en la tierra y los ojos en el cielo”, dice el joven seminarista andaluz Teodomiro Ortega.

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Durante una visita a la Catedral de Salamanca "concretamente en la sala intermedia que se ubica entre la Catedral nueva y la antigua", el niño español Teodomiro Ortega, con diez años, experimentó "una alegría sobrenatural inmensa que me invadió y fue ahí, en ese preciso instante, cuando sentí que Dios me llamaba a ser sacerdote; si antes se lo había negado a los que me lo habían propuesto, a Dios no podía negarlo. Es una experiencia única, inexplicable, hay que vivirla para tratar de entender la verdadera alegría que proviene de Dios", cuenta hoy el joven Teodomiro desde el Seminario Metropolitano de Sevilla.

 

Aunque es hijo único, recuerda que sus padres acogieron la noticia "con alegría desde el primer momento. Su compromiso y disponibilidad nunca ha cambiado. Le doy siempre gracias a Dios por los padres que me ha regalado. También por el resto de mi familia cristiana que se alegró de recibir y acompañar una vocación sacerdotal con naturalidad".

 

De Dos Hermanas y seguidor del Atlético de Madrid

 

 

Como tantos otros jóvenes de su pueblo en Andalucía, Teodomiro tuvo una infancia y juventud al abrigo de su familia, la fe, Dios, los amigos, el estudio y el deporte. "En mi pueblo, Dos Hermanas, disfrutaba con el tenis y con el Atlético de Madrid; aficiones que, gracias a Dios, aún perduran. Disfrutaba de la vida en casa y con los amigos, parte de los cuales –y esto lo puedo afirmar con certeza– me los dio la Iglesia. Acudía semanalmente a la primera misa dominical de la mañana, junto con mis padres, y el grupo joven parroquial siempre fue un apoyo, con sus reuniones de cada viernes y sus convivencias y campamentos anuales".

 

El Seminario de Sevilla era también como estar en su pueblo o la propia casa, desde que tenía diez años y fue por primera vez luego de contarle al párroco esa extraordinaria experiencia de Dios ante el Santísimo. "Asistía a convivencias vocacionales y de monaguillos. Luego el momento de entrar estuvo acompañado de dudas y miedos, como es normal ante una decisión tan importante, pero las palabras del vicerrector en ese momento y la compañía de mis ahora amigos de curso hizo todo más sencillo. Lo único difícil es la propia debilidad, que se va manifestando poco a poco al ritmo que uno se va descubriendo por medio de la formación, pero al final espera siempre Dios, el mismo que te llamó en el principio", confidencia el joven seminarista.

 

Para los desafíos, aferrarse a Cristo

 

 

Sabe bien que de llegar a ordenarse deberá estar disponible para un trabajo arduo en una Iglesia escaza de sacerdotes y evangelizando a una sociedad laica que los somete a un escrutinio público que no suele ser amigable. "La Iglesia vive una crisis de vocaciones por falta de compromiso. No sólo en el aspecto sacerdotal sino también matrimonial, y por supuesto en el profesional el decirse cristiano en cualquier ambiente y estar dispuesto a participar de la vida parroquial sin vergüenza". Ante esto, reflexiona Teodomiro, "el sacerdote ha de ser hombre de oración, firme en su palabra y ordenado en su trabajo, con los pies en la tierra y los ojos en el cielo, disponible para todos y abierto a hablar de la fe con naturalidad y serenidad. Si el mundo no cree, habrá que acercar el mensaje, y para eso el sacerdote ha de ser ejemplo".

 

Dice estar convencido que la juventud "está hambrienta de Dios" y como si ya fuese un anciano sacerdote formador arenga con estas palabras a otros jóvenes cada vez que acude a dar testimonio en algún lugar de la Arquidiócesis… "¡Jóvenes, ustedes forman parte del sueño de Dios! Dios no sueña en vano, te sueña a ti, con tus virtudes y defectos, y te ama por todo ello. Descubrir cuál es el proyecto que Dios tiene para cada uno de nosotros es una tarea de toda la vida, pero por medio de la oración todo se alcanza. No es sencillo, la cruz pesa, pero nunca caminarás solo, Cristo la carga contigo y la hace yugo llevadero. Seguirle, a pesar de las dificultades y con todas las alegrías que también hay en el camino, es lo que garantiza la felicidad verdadera y, aunque parezca una propuesta que no es para ti, Dios siempre te espera, siempre te escucha, siempre te prepara algo mejor: soñad y os quedaréis cortos".

 

"Llevar a Cristo a los demás" alentaba hace dos años Teodomiro

 

 

 

Fuente:  Archidiócesis de Sevilla

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