La hermana Veronika fue Protestante. La sed de Eucaristía, la Virgen y el rezo del rosario guiaron su conversión

13 de enero de 2023

En su camino, entre luces y sombras, ella ha gustado el gozo y certeza de que Dios tiene todo en sus manos.

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La Liturgia de las Horas, el rezo del Rosario, la Santa Misa y el trabajo como educadora son parte su vida cotidiana. Pero no siempre fue así, porque la hermana Veronika -cuyo nombre de nacimiento era Franziska Gresik- creció como protestante.

 

Hija única, oriunda de Bayreuth (Baviera, Alemania), la familia asistía ocasionalmente a los oficios religiosos. "La fe no desempeñaba un papel especial", cuenta hermana Veronika. No obstante, disfrutaba el rezar todas las tardes, como había aprendido a hacer de niña.

 

Tras terminar el bachillerato, Franziska empezó a estudiar trabajo social en Würzburg. En aquella época, "buscaba la plenitud en mis tareas, en mi círculo de amigos, en mi familia", comenta. Pero en la intimidad del alma ella anhelaba algo más para su vida. "Sentía que siempre había un vacío, a pesar de todo lo bueno que se me permitía vivir". Antes de iniciar los estudios en Würzburg, se fue unos días de vacaciones con una amiga que era católica y quien tiempo después sería su madrina de Confirmación. Allí Franziska descubrió en el testimonio de esta amiga, la valiosa y real dimensión de la veneración -amor, reverencia, respeto- que los católicos expresan a la Virgen María, mediadora predilecta para llegar a Cristo y modelo de la adoración a Dios. Como un signo de ese primer despertar a la fe católica, desde entonces comenzó a llevar al cuello una Medalla Milagrosa. Tras aquél viaje y cumpliendo un sueño largamente acariciado, se fue a Irlanda seis meses como au pair.

 

Dios tiene todo en sus manos

 

 

Lejos de sus amistades, de su tierra, de su familia, Franziska experimentó en Irlanda la certeza de que la Virgen le acompañaba en todo momento. Su innata curiosidad le llevó entonces a investigar sobre las "historias milagrosas" de la Madre Teresa y de la "Virgen María de Guadalupe"; fue así que descubrió la oración del rosario que pronto -tras conseguir un librito guía- comenzó a rezarlo. Al ritmo de las Ave Marías, de meditar los misterios del rosario, experimentó espiritualmente el abandono desde la fe, gustando que "no todo depende de mí, sino que Dios lo tiene todo en sus manos, que puedo confiarme a Él", señala. La relación con Jesús empezó a crecer, "se hizo más personal y más viva", confidencia.

 

"Este fue mi camino hacia la Iglesia católica. En el proceso, también conocí testimonios de conversos y de hermanas en YouTube que me conmovieron mucho con sus palabras", añade. Mientras avanzaba en su camino de conversión -recuerda-, crecía en ella el anhelo por la Eucaristía y el entregar su vida enteramente a Jesús.

 

"¡Sólo Dios basta!"

 

 

Pasó el tiempo, recibió la formación adecuada y se incorporó sacramentalmente a la Iglesia, recibiendo la anhelada Primera Comunión y Confirmación. Tenía un buen trabajo, era católica, gustaba las bondades de recibir los sacramentos, se sentía agradecida, pero Franziska necesitaba más de este misterio, Dios, que apenas comenzaba a gustar.

 

"Un día estando sentada en el sofá, de nuevo se hizo poderoso en mí este deseo de dejarlo todo por Jesús". Y le vino a la mente una cita de Santa Teresa de Ávila, que decía: "¡Sólo Dios basta!". Con la voluntad de buscar respuestas y gracias a varios eventos inesperados, Franziska finalmente viajó a conocer la comunidad Schulschwestern von Unserer Lieben Frau (Hermanas Educadoras de Nuestra Señora) en Auerbach (Alemania), con la intención de probar su vocación. "Inmediatamente me sentí como en casa, me gustó mucho la comunidad de las hermanas y la alegría que irradiaban".

 

"Te adoro... ¡Tú, Dios que me has querido!"

 

 

El sello eucarístico y mariano de la espiritualidad que identifica a esta Comunidad de religiosas consagradas fue gravitante para Franziska. Y fue durante una hora de adoración que pudo tener claridad para tomar una decisión. Recuerda que en alabanza a Dios en el Santísimo Sacramento expuesto rezó el verso "Te adoro... ¡Tú, Dios que me has querido!". Luego, le preguntó qué quería y para qué la necesitaba. En el sereno silencio del alma ella tuvo su respuesta: "comprendí que Él me llamaba a esta comunidad".  Muchos pensamientos se agolparon en su mente, pero la decisión de dejar su trabajo, su departamento y trasladarse a Auerbach para conocer mejor la comunidad, le daba una gran paz.

 

 

Hoy, la hermana Veronika -profesa el 5 de septiembre de 2020- vive en el abandono a la voluntad de su amado, Dios. Lo más importante para ella -comenta- es la oración, la relación íntima con Jesús. "De ahí se deriva todo lo demás. Así nuestras acciones pueden llegar a ser fructíferas para todos aquellos que nos son confiados. La vida en comunidad de hermanas también es importante, porque en la convivencia se aprende mucho. Estoy feliz e indeciblemente agradecida de pertenecer a la Iglesia católica, a la que me convertí muy conscientemente", finaliza.

 

 

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