Moral católica: La Homosexualidad

29 de septiembre de 2023

“¿Qué debe hacer entonces una persona homosexual que busca seguir al Señor?”

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La homosexualidad designa las relaciones entre hombres o mujeres que experimentan una atracción sexual, exclusiva o predominante, hacia personas del mismo sexo. Reviste formas muy variadas a través de los siglos y las culturas.

 

Su origen psíquico permanece en gran medida inexplicado. Tampoco existen pruebas que permitan afirmar la existencia de al menos un “gen” que predisponga a la homosexualidad desde el nacimiento. La ciencia y la bioética hasta ahora postulan que podrían ser incidentes una suma de factores epigenéticos (ambientales) a lo largo de los primeros años de vida.

 

El problema de la homosexualidad y del juicio ético sobre los actos homosexuales se ha convertido cada vez más en objeto de debate público. En esta discusión frecuentemente se proponen argumentaciones y se expresan posiciones no conformes con la enseñanza de la Iglesia Católica, que suscitan una justa preocupación en todos aquellos que están comprometidos en el ministerio pastoral. 

 

La doctrina de la Iglesia

 

El Catecismo de la Iglesia Católica (CIC) en su número 2357 argumenta que "Apoyándose en la Sagrada Escritura que los presenta como depravaciones graves (cf Gn 19, 1-29; Rm 1, 24-27; 1 Co 6, 10; 1 Tm 1, 10), la Tradición ha declarado siempre que ‘los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados’ (Congregación para la Doctrina de la Fe, Decl. Persona humana, 8). Son contrarios a la ley natural. Cierran el acto sexual al don de la vida. No proceden de una verdadera complementariedad afectiva y sexual. No pueden recibir aprobación en ningún caso".

 

Sin embargo, el CIC reconoce que en el mundo "un número apreciable de hombres y mujeres presentan tendencias homosexuales profundamente arraigadas.  Esta inclinación, objetivamente desordenada, constituye para la mayoría de ellos una auténtica prueba".

 

Para todos estos hijos e hijas de Dios, la doctrina moral católica establecida en este número 2358 del CIC exige que se les acoja "con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta". Sin embargo, de forma categórica en el número 2396 el CIC establece como "pecados gravemente contrarios a la castidad las prácticas homosexuales".

 

En coherencia con las definiciones doctrinales del Catecismo, la Congregación Para la Doctrina de la fe, en Carta a los Obispos, del 1 de octubre de 1986, firmada por el entonces Prefecto Cardenal Joseph Ratzinger, reitera la posición de la moral católica respecto de la homosexualidad y los actos homosexuales.

 

Se afirma así en el número 3 de la referida Carta… "Es necesario precisar, que la particular inclinación de la persona homosexual, aunque en sí no sea pecado, constituye sin embargo una tendencia, más o menos fuerte, hacia un comportamiento intrínsecamente malo desde el punto de vista moral. Por este motivo la inclinación misma debe ser considerada como objetivamente desordenada. Quienes se encuentran en esta condición deberían, por tanto, ser objeto de una particular solicitud pastoral, para que no lleguen a creer que la realización concreta de tal tendencia en las relaciones homosexuales es una opción moralmente aceptable".

 

Se puntualiza además en el número 7 del mismo documento que "la Iglesia, obediente al Señor que la ha fundado y la ha enriquecido con el don de la vida sacramental, celebra en el sacramento del matrimonio el designio divino de la unión del hombre y de la mujer, unión de amor y capaz de dar vida. Sólo en la relación conyugal puede ser moralmente recto el uso de la facultad sexual. Por consiguiente, una persona que se comporta de manera homosexual obra inmoralmente".

 

"¿Qué debe hacer entonces una persona homosexual que busca seguir al Señor?"  interpela el documento del Cardenal Ratzinger en el número 12 y así responde: "Sustancialmente, estas personas están llamadas a realizar la voluntad de Dios en su vida, uniendo al sacrificio de la cruz del Señor todo sufrimiento y dificultad que puedan experimentar a causa de su condición. Para el creyente la cruz es un sacrificio fructuoso, puesto que de esa muerte provienen la vida y la redención. Aun sí toda invitación a llevar la cruz o a entender de este modo el sufrimiento del cristiano será presumiblemente objeto de mofa por parte de alguno, se deberá recordar que ésta es la vía de la salvación para todos aquellos que son seguidores de Cristo. Esto no es otra cosa, en realidad, que la enseñanza de apóstol Pablo a los Gálatas, cuando dice que el Espíritu produce en la vida del creyente: «amor, gozo, paz, paciencia, benevolencia, bondad, fidelidad, mansedumbre y dominio de sí» y aún más: «No podéis pertenecer a Cristo sin crucificar la carne con sus pasiones y sus deseos» (Gal 5, 22. 24)".

 

Algunas enseñanzas de Papa Francisco sobre la Homosexualidad

 

El Papa Francisco ha sido rotundo al promover la doctrina de la Iglesia respecto de la persona homosexual y los actos homosexuales. Pero al mismo tiempo ha sido fiel a Cristo y al Evangelio en su demanda de "acompañar con misericordia”. Así quedó de manifiesto en la entrevista que concedió al padre Antonio Spadaro sj, director de la revista "La Civiltà Cattolica" (publicada en "L'Osservatore Romano" del 21 de septiembre de 2013):

 

"Tenemos que anunciar el Evangelio en todas partes, predicando la buena noticia del Reino y curando, también con nuestra predicación, todo tipo de herida y cualquier enfermedad. En Buenos Aires recibía cartas de personas homosexuales que son verdaderos ‘heridos sociales’, porque me dicen que sienten que la Iglesia siempre les ha condenado. Pero la Iglesia no quiere hacer eso. Durante el vuelo en que regresaba de Río de Janeiro dije que, si una persona homosexual tiene buena voluntad y busca a Dios, yo no soy quién para juzgarla. Al decir esto he dicho lo que dice el Catecismo. La religión tiene derecho de expresar sus propias opiniones al servicio de las personas, pero Dios en la creación nos ha hecho libres: no es posible una injerencia espiritual en la vida personal. Una vez una persona, para provocarme, me preguntó si yo aprobaba la homosexualidad. Yo entonces le respondí con otra pregunta: «Dime, Dios, cuando mira a una persona homosexual, ¿aprueba su existencia con afecto o la rechaza y la condena?» Hay que tener siempre en cuenta a la persona. Y aquí entramos en el misterio del ser humano. En esta vida Dios acompaña a las personas y es nuestro deber acompañarlas a partir de su condición. Hay que acompañar con misericordia. Cuando sucede así, el Espíritu Santo inspira al sacerdote la palabra oportuna".

 

Asimismo, el Pontífice ha sido inflexible para denunciar los abusos y delitos que en virtud de ideologías pudieren cometerse contra las personas homosexuales. Así, por ejemplo, en conferencia de prensa durante el vuelo de regreso de su viaje apostólico al Congo denunció el 5 de febrero de 2023: "La criminalización de la homosexualidad es una cuestión que no debe dejarse pasar. Se calcula que, más o menos, cincuenta países, de una manera u otra, llevan a cabo esta criminalización. Algunos dicen más, digamos al menos cincuenta. Y algunos de estos —creo que serán diez—, tienen también la pena de muerte. De forma abierta o encubierta, pero pena de muerte. Esto no está bien. Las personas con tendencias homosexuales son hijos de Dios, Dios las ama, Dios las acompaña. Es cierto que algunos se encuentran en este estado debido a diversas situaciones no deseadas, pero condenar a una persona así es un pecado; criminalizar a las personas con tendencias homosexuales es una injusticia. No hablo de grupos, sino de personas. Se puede decir: “Pero hay grupos que hacen alboroto”. Las personas. Otra cosa son los lobbies, yo hablo de las personas. Y creo que el Catecismo de la Iglesia Católica dice que “no deben ser marginados”. Creo que la cosa en este punto es clara".

 

La llamada del Papa en este video que abre caminos: "Dios acoge a todos"

 

 

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