Aunque su mujer lo abandonó Nacho sigue fiel al vínculo sacramental que recibieron de Dios

15 de marzo de 2024

“El Señor me ayudó a discernir que, aunque el amor más perfecto es aquel en que los dos se entregan sin medida, ahora Él me pedía: «Te toca ser testigo de un amor fiel»”

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Aquello de que el sacramento del matrimonio confiere a los esposos una gracia de estado para ser fieles hasta las últimas consecuencias no es mera teoría. Lo demuestra la historia de Nacho Hierro, a quien su mujer abandonó hace ocho años. "Si prometes mantenerte fiel, Dios te da la gracia", asegura este católico español a Revista Misión.

 

La casa de Nacho y su mujer permanece tal y como ella la dejó hace ocho años, antes de marcharse: "La foto de nuestra familia está aquí, y ella sabe que esta es su casa", asegura Nacho con una sonrisa serena. Ambos tenían una fe recia, y se casaron convencidos de que estarían juntos toda la vida. "Yo siempre tuve la certeza de que lo único que no me iba a fallar nunca era el amor de mi mujer, y estaba convencido de que en él tenía una roca firme". Nada más casarse comenzaron a dar catequesis en su parroquia, hicieron varios cursos de pastoral familiar y algunas peregrinaciones en familia en las que recibieron abundantes gracias. 

 

No había entonces ni tampoco hay ahora una tercera persona entre ellos. Más de dos horas de conversación con Misión indican que lo suyo fue el típico "desgaste" del amor por el que suelen romperse la gran mayoría de los matrimonios. Tras un aborto espontáneo de gemelos, su mujer no se sintió arropada por su marido.  "Fue hacerle el legrado, y a los pocos días me dijo: 'Me quiero separar'”. A eso se sumó que ella comenzó a estudiar un máster en psicología y a acudir a consulta con uno de sus profesores: "Cuando volvía del psicólogo me decía: 'Tú no te das cuenta, Nacho, pero cuando estemos separados vamos a ser superfelices'. Yo le contestaba: 'Creo que te están engañando'. Le vendieron la moto del -feminismo radical en el que no necesitas de tu marido, ni de Dios, ni de nadie: 'Libérate de tu marido, tú eres fuerte y capaz, y vas a estar mejor sola'". 

 

A pesar del intenso sufrimiento y de las dificultades que ha tenido que pasar, hoy Nacho reconoce con humildad: "Cuando nos separamos yo pensaba que el 100 % de la responsabilidad era suya; hoy sé que no es así, que a ella también le hicieron daño mis faltas de atención y mis indiferencias".  

 

La alianza es para siempre

 

 

Lo que sí tuvo claro Nacho desde el instante de la separación es que, aunque su mujer ya no estuviera a su lado, él tenía que seguir siendo fiel. "Me ayudó muchísimo el libro La fidelidad que escribe la historia (Didaskalos, 2015), de Emanuele Scotti, un italiano que cuenta cómo de repente su mujer decidió que se quería separar. Él no entendía nada… Ella se marchó con otro hombre, se casó con él, pero Scotti nunca dudó de que ella seguía siendo su mujer. Su testimonio me hizo ver que la llamada es a la fidelidad, y que quizá mi situación no había hecho más que comenzar".

 

Nacho rememora también que gran parte de su formación se la debe al Catecismo explicado por monseñor José Ignacio Munilla en Radio María. Todos los días, tras salir de misa a las ocho de la mañana, lo escuchaba de camino al trabajo: "De vez en cuando llamaba una mujer para decirle a Munilla que su marido se había ido de casa, y él era muy claro: 'Aunque él se haya ido, tú sigues casada. Hay un sacramento y tú tienes que seguir comportándote como una esposa, y siendo fiel a la promesa de tu matrimonio. El sello de Dios en vosotros es garante de esa unión'. Nunca pensé que eso a mí me podía afectar, pero me quedé con la copla: hay que ser fiel, a pesar de que el otro no cumpla su promesa". 

 

El amor en grado heroico

 

Aquellas palabras resonaban en su interior cada vez que alguien le decía: "¿Por qué no vas a tener derecho a rehacer tu vida? Si hubieras sido tú el que se ha ido de casa, pero te han abandonado…". Los comentarios venían también de personas de su parroquia que lo animaban con un  "tan sólo tienes 37 años, no te preocupes que ya habrá otra mujer para ti". Nacho se quedaba perplejo. "No se daban cuenta de que yo ya había -elegido a una mujer, y la había elegido para siempre –comenta–. Además, mi mujer y yo habíamos sido plenamente conscientes, en muchas ocasiones, de la presencia de Dios entre nosotros, como cuando llegaron nuestros hijos".

 

El libro de Scotti, sumados a los consejos de su director espiritual, hicieron que Nacho se mantuviese firme. Vio claro que el Señor lo llamaba a un camino a contracorriente por el bien de su mujer y de sus dos hijos. "En ese momento lo que te sale es devolver 'ojo por ojo y diente por diente', pero el bien de los hijos es ver que sus padres se quieren, y que se quieren bien". Fue entonces cuando entendió que podía amar a su mujer con otro tipo de amor, con un amor como el de Dios al pueblo de Israel: "Él ama a su pueblo siempre, a pesar de los momentos en que el pueblo se 'despista'". Fue así como Nacho pudo descubrir ese amor que trasciende todo egoísmo: "El Señor me ayudó a discernir que, aunque el amor más perfecto es aquel en que los dos se entregan sin medida, el amor más difícil es el amor no correspondido, y ese era el que ahora Él me pedía: 'Te toca ser testigo de un amor fiel'".

 

Y aunque Nacho no se levanta cada mañana pensando en que su mujer quizás un día quiera regresar, tampoco pierde la esperanza: "Todos pensamos que nuestro caso es el imposible: 'Mi marido (o mi mujer) nunca va a volver'.  Y luego ves casos de matrimonios restaurados que creían lo mismo hace cinco años, porque el Señor se puede valer de cualquier cosa para tocar el corazón de nuestro cónyuge". En pocas palabras: hay que confiar.  Dios sabe más.

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