Posesa por el demonio, Itzel padeció un calvario: “La voz ordenaba que me golpearan y amanecía con moretones”

19 de agosto de 2023

“Sentía que me quemaban, que me violaban, que me torturaban y que me crucificaban. Las órdenes que daba la voz eran así: «Péguenle al pececito» o «¡Violen al pececito!» o «¡Quemen al pececito!»”.

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Itzel, una joven mexicana que había terminado con excelentes calificaciones sus estudios profesionales no lograba encontrar trabajo. Pensó entonces -cuenta al portal Desde La Fe- que quizá estaba "salada" (con mala suerte) y decidió buscar quien le hiciere una “limpieza”, dirigiéndose a un lugar donde practicaban ritos Wicca.

 

Esa fue la peor decisión que pudo haber tomado.

 

Quienes la recibieron le hablaron maravillas de esa práctica esotérica, la Wicca, que en México está adquiriendo muchos adeptos. Le explicaron que trabajaban con cosas de la naturaleza, con hadas y otros elementos que parecían muy positivos. A Itzel le gustó tanto lo que ahí se hacía, que quiso quedarse a aprender.

 

La joven pronto aprendió a conocer la Wicca, y rápidamente comenzó a dedicarse a ella, cobrando por 'leer oráculos', hacer sanaciones, limpiezas y demás. Y económicamente comenzó a irle muy bien… "¡Muy, pero muy bien!", dice Itzel.

 

El segundo que lo cambió todo

 

 

Por más de seis años -dice Itzel- se dedicó a dicha práctica, hasta que el año pasado, a finales de agosto de 2021, una madrugada de jueves, mientras estaba dormida, sintió que algo se le metió de pronto. Se levantó, fue a ver a su mamá y se lo platicó, pero hasta ahí quedó.

 

En el transcurso del viernes, Itzel fue a ver a su papá; le dijo que se sentía muy mal y le explicó lo ocurrido durante la madrugada. Su papá no entendía nada, pero le creía por el estado en el que había llegado, y la llevó con alguien que también se dedicaba a cosas esotéricas, quien les dio una respuesta tajante: "Tiene una posesión demoniaca".

 

Itzel no creyó en lo que esa persona afirmaba. Pero por la noche, mientras estaba despierta, su situación empeoró y empezó a escuchar una voz, al tiempo que perdía el control de su cuerpo. Tenía fuertes temblores, como de ataques epilépticos y arrojaba un vómito blanco, espumoso.

 

Cuenta a Desde la Fe que entonces una voz le decía: «¿Quieres una casa? ¿Quieres un carro? ¿Te gustaría tener mucho dinero?» Asustada, Itzel le respondió que no. La voz entonces -dice- le insistió: «¿Prefieres lo que te ofrezco? ¿O prefieres la Luz?» Itzel era completamente ajena a las cosas de la Iglesia, pero le contestó que la Luz. Y la situación complicó aún más.

 

El inicio de las vejaciones

 

 

Esta joven mexicana recuerda que esa noche empezó a ser torturada, recibiendo patadas por todo el cuerpo. "Yo deduzco que eran varios los que me pateaban, porque la orden que la voz dio fue: «¡Péguenle!» E incluso esa vez aparecieron luego moretones", afirma. 

 

A la mañana siguiente, tras esa agresión tiró todas sus cosas de Wicca: calderos, tarot y todo lo que había adquirido, esperando que todo se calmara. Pero en las noches siguientes, las agresiones fueron más violentas: “Sentía que me quemaban, que me violaban, que me torturaban y que me crucificaban. Las órdenes que daba la voz eran así: «Péguenle al pececito» o «¡Violen al pececito!» o «¡Quemen al pececito!»”. Itzel cuenta que un día, incluso su mamá llegó a escuchar dicha voz.

 

La joven menciona dos noches que fueron en extremo difíciles. En una estaba rezando y, cuando volteó hacia su sombra, vio que esta tenía cuernos; cerró los ojos, respiró hondo, volvió a mirar su sombra y vio que los cuernos ahora eran como los de uno de los dioses que maneja la Wicca. En la otra noche, sentía que la ahorcaban, y mientras eso ocurría, la voz le dijo: «¡Te voy a matar ahorita!»

 

"Esa vez, yo misma le di la orden. Le dije: «¡Sí, mátame!» Pero volteé a ver un cuadro de la Virgen que mi mamá tenía ahí, y le dije a Ella: «Me pongo en tus manos, Virgencita. Si voy a morir ahora, está bien; pero que sea en tus manos». Y la agresión comenzó a ceder".

 

Un bellísimo lugar

 

 

Itzel vive muy cerca del Santuario de Guadalupe, así que un día de aquellos decidió ir. “Llegué sin poder contener el llanto y me dirigí inmediatamente a Capuchinas, pero no pude estar ahí y me salí. Anduve caminando, pero no podía permanecer en ningún lado. Decidí andar entonces por el Jardín de las Bienaventuranzas, me coloqué frente a la estatua de Cristo Rey, me hinqué, me puse a llorar y le dije que me ayudara y que me perdonara”, relata.

 

Ahí, donde estaba, a los pies de Cristo Rey, era el único lugar donde se sentía segura. Era un bello lugar para estar. Pero, aun así, volvió a oír la voz, que esta vez le decía: «Tú ya estás del lado del infierno, para qué le rezas a Él». En ese mismo instante Itzel dice que le pidió con más fuerzas a Cristo Rey: "¡Ayúdame por favor!"

 

A la manera de Jesús

 

Padre Andrés López y Capilla de los Juramentos

 

Durante los siguientes días -cuenta Itzel-, como ya tenía los ojos iguales a los de alguien que padece hepatitis, pero no en amarillo, sino en rojo, su papá estuvo yendo de un lado a otro tratando de conseguir ayuda. Todo era inútil, hasta que le hablaron a su papá de un sacerdote que estaba en el Santuario, en la Capilla de los Juramentos.

 

"Para entonces yo ya no podía dormir, no comía; y lo voz ahí, diciéndome todo el tiempo majaderías. Fue entonces que mi papá me sacó una cita en la Capilla de los Juramentos con el padre Bernardo. Fui y le platiqué todo. Mientras hablaba con el padre, nuevamente comencé a retorcerme y a vomitar blanco. Así que él me envió con el padre Andrés López".

 

Itzel fue por esos días a ver el padre Andrés, quien sólo comenzó a hacerle preguntas sobre su vida. "Mientras le estaba platicando sobre la Wicca, vi que el padre Andrés corrió hacia mí y comenzó a rezar. De pronto ya no supe nada de mí. Cuando reaccioné, me estaba retorciendo. El padre Andrés seguía rezando, y todo comenzó a calmarse".

 

"Como un renacer"

 

Itzel, en imagen gentileza del portal Desde la Fe

 

Desde aquel entonces, Itzel visita al padre Andrés regularmente. Recuerda que en una ocasión cuando iba de camino a verlo, escuchó nuevamente la voz, que ahora decía: «Más me la paso más peleando con esta p… y nomás nada». 

 

Así, con el auxilio de los exorcismos y oraciones de liberación del sacerdote, como la fidelidad de Itzel a Cristo -nutrida por la vida de oración y sacramental-, las agresiones, paulatinamente comenzaron a ceder. "Ahora voy a la Iglesia todos los domingos, rezo diariamente el Rosario y la Coronilla de la Divina Misericordia… Tiene ya tiempo que mi vida es como un renacer".

 

Itzel a veces llora de emoción al recordar aquel momento en que caminó por el jardín de las Bienaventuranzas y se hincó frente a la estatua de Cristo Rey, el único lugar donde inició su liberación. Sobre todo, porque algún tiempo después se enteró que tanto el padre Bernardo como el padre Andrés López pertenecen a la Sociedad de los Cruzados de Cristo Rey.

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