La conversión de Lorena comenzó cuando buscaba ayuda para acompañar a su hijo adicto

04 de enero de 2024

Gracias a una llamada telefónica al número que se compartía en un video de YouTube, Lorena del Valle se abrió a la gracia de Dios.

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La testigo de este relato, Lorena del Valle Marín, cuenta a Portaluz que se educó de niña en un colegio católico de Venezuela donde le enseñaron las verdades esenciales de la fe. Pero fue en su hogar donde la devoción a la Virgen y su certeza de Dios comenzaron a ser nutridas por las dos mujeres de su familia que se ocupaban de criarla… "Mamá Socorro (su abuelita) siempre me llevaba a Misa. Tenía también una tía que me enseñó a rezar el Rosario; ella lo rezaba todos los días".

 

Sin embargo, su adhesión a los valores cristianos se fue disipando a medida que iba creciendo. "Ya después de que me gradué pues no rezaba el rosario, no iba a misa, no hacía las cosas", confidencia y recuerda que, por entonces, tras la muerte de su madre, su único anhelo era emigrar a Estados Unidos.

 

Desafíos en el país del Norte

 

 

Lorena concretó su deseo de llegar al país del norte cuando tenía apenas 17 años y aunque no se había percatado, ella iba con un acompañante... "En verdad uno no hacía las cosas como a Dios le agrada y yo decía… «soy católica, rezo un padrenuestro en la noche». Todo sería difícil porque yo iba embarazada desde Venezuela y no lo sabía", reconoce.

 

Luego de nacer su primer hijo inició un noviazgo sin compromisos formales -al estilo unión libre-, vínculo del cual nacieron otros dos hijos. "Después todo se disolvió y no se pudo más, entonces tuve que seguir adelante sola y con 3 hijos. Al transcurrir los años volví a encontrar otro novio y bueno, así hasta que me enfrenté a Dios", comenta.

 

Su situación como inmigrante sin residencia era fuente de permanente incertidumbre, pero aun así agradecía "a Dios" tener un trabajo en un restaurant, cuyo "bondadoso jefe" la ha ayudado "mucho", dice Lorena.

 

Abrazando la cruz

 

 

Cuando parecía que todo mejoraba debió enfrentar la adicción del hijo mayor. En un primer tiempo, desesperada y sin tener noción de qué hacer, sólo le reclamaba a Dios, luchaba con Él. Estaba llena de pena, de interrogantes y angustia por lo que vivía con este hijo. "Comenzó la violencia en casa, fue horrible todo lo que vivimos. Llegó hasta un extremo cuando empezó a tomar unas pastillas y quería robarse las cosas para poder ir a comprar las pastillas", comparte Lorena con evidente dolor.

 

A pesar de todo, ella seguía buscando alguna inspiración para saber qué hacer, cómo ayudarlo, cómo ayudarse ella misma. Un día cualquiera, escuchando las prédicas de un sacerdote por YouTube, dice que comenzó a reflexionar y acabó suplicando a Dios auxiliara a su hijo: "Eran unos audios del padre Alexandre Paciolli y sentí que por medio de ese sacerdote Dios me llegaba un poquito más", corrobora. 

 

Una llamada telefónica al número del programa católico que escuchaba por YouTube dio inicio a un proceso de transformación y conversión: "Le expliqué un poquito a esa persona lo que estaba pasando, que me sentía muy desesperada y le dije «es que yo siento que Dios no me escucha qué hago yo Dios mío»; y ahí fue cuando Dios me quitó la venda de los ojos cuando me dijo esa señora: «Okey usted está segura de que Dios no la escucha,  de que no escucha sus oraciones le voy a preguntar… ¿qué hace usted para que Dios la escuche, qué sacrificio  hace, desde cuándo no se confiesa, usted va a la Eucaristía?» Yo le reconocí que no hacía nada de eso porque ya habían pasado como 8 o 10 años sin confesarme".

 

El regreso a la Casa del Padre

 

 

Lorena comprendió que su forma de vivir había interrumpido la comunicación con Dios y entonces comenzó a orar de forma espontánea al Espíritu Santo para que Dios tuviera misericordia de ella. A medida que oraba iba viendo, dice, una extensa realidad de pecado que fue anotando a conciencia en una hoja y así… "llegó el momento de la cita de confesión de vida. Fue tan fuerte todo que lloré muchísimo porque lo hice arrepentida ciento por ciento", dice emocionada y añade: "Después comencé a ir a la Eucaristía más seguido, no faltaba los domingos porque no ir a Misa un domingo es un pecado mortal al que no le daba importancia en esos momentos de vida loca".

 

La restauración de la gracia de Dios en su alma está teniendo un impacto benéfico en el vínculo con su hijo Frank y en cómo ella aborda la realidad de adicción que él padece. Está convencida de que, con la ayuda de Dios y la Virgen, su hijo podrá dar una buena batalla y liberarse de esos apegos.

 

En lo que a ella corresponde, Lorena sigue cultivando a diario su fe, devoción e intimidad con Dios. "Lo primordial es seguir confesándome, voy a Misa todos los días y si no puedo por cualquier cosa bueno no voy, pero el domingo yo tengo que ir a misa obligatoriamente a menos de que me enferme. Es muy importante también hacer el Santo Rosario con amor, pues hay un Dios que nos escucha día a día, que está esperando por nuestra conversión y nuestro arrepentimiento para poder seguirlo", finaliza.

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