Nora Jensen

Nora Jensen padeció por años las consecuencias de haber crecido en una familia de brujas y hechiceros

13 de abril de 2024

Era apenas una niña cuando su padre le dijo: “¿Y si te dijera que las brujas y hechiceros son reales?”. Fue un primer impacto brutal y pronto comprendería lo que implicaba ser parte de una familia devota de la Wicca.

Compartir en:

Nora Jensen creció en las hermosas montañas de Colorado y recuerda que sus padres eran muy "amorosos" con ella. No eran religiosos en absoluto; de hecho -señala en su testimonio publicado por CHNetwork- "nuestra familia tenía una actitud anticristiana, creíamos en un Dios impersonal y teníamos una profunda devoción por los ángeles".

 

Hasta hoy tiene conciencia de haber visto a sus padres trabajar duro para mantenerla a ella y a su hermano, inculcándoles -dice- un fuerte sentido del bien y del mal.

 

Wicca, un asunto de familia

 

 

Cuando tenía 11 años, Nora y su hermano jugaban en el patio del hogar. De pronto se toparon con un círculo de piedra que nunca habían notado. Era evidente que esas piedras formando un círculo habían sido colocadas por manos humanas y Nora intuyó que era un patrón con un propósito ritual. "Pensando que los satanistas se habían colado en nuestro patio y construido esta cosa, procedimos a destruirla pateando tantas piedras pesadas fuera de lugar como pudimos. ¿Por qué satanistas? Me pregunto hasta el día de hoy por qué pensamos eso. Después corrimos a la casa para contarle a nuestra madre lo grandioso que habíamos hecho".

 

Aún recuerda, confidencia, la singular expresión -inamovible- en el rostro de su madre cuando le hablaron del círculo, y como tampoco dijo nada cuando le contaron que lo habían destruido. Pero por la noche sus padres los llamaron y descorrieron un velo que rompió la inocencia de Nora y de su hermano…

 

"Los ojos de mi padre tenían un brillo magnético cuando preguntó: «¿Y si te dijera que las brujas y los magos son reales?» Mi hermano y yo nos miramos y pusimos los ojos en blanco. No nos lo creíamos. Mi padre continuó explicando -de una manera muy emocionada que me atrajo por completo-, cómo las brujas y los magos eran reales, que él y nuestra madre eran wiccanos y podían hacer magia. El círculo de piedra había sido construido por ellos".

 

La mente de Nora hervía y estaba llena de preguntas. Al final de esa charla, deseaba con toda su fuerza interior ser una aprendiz de Wicca (para conocer en profundidad sobre la Wicca pulse aquí). Un par de días después y aunque el hermano de Nora parecía indiferente a esa gran revelación, sus padres les entregaron un libro que enseñaba sobre la Wicca. "Ese libro se convirtió en mi biblia. La moralidad básica de la Wicca es que, cualquier cosa que envíes al universo, la recibes multiplicada por tres. Me enseñaron a no hacer daño, o eso resultaría en cosas malas para mí. Aunque había una sección especial en este libro advirtiendo que los cristianos tratarían de convertirme. Como familia nos burlábamos de los cristianos tanto en casa como de forma anónima en las salas de chat en línea. Íbamos a una sala de chat cristiana y decíamos cosas blasfemas para tratar de obtener una reacción de las otras personas en la sala".

 

Potenciando el ocultismo

 

 

Las enseñanzas de magia y artes ocultistas comenzaron a ser habituales. Como parte de esta formación, Nora cuenta que su madre también la introdujo a las cartas del Tarot. En sus salidas de casa solían frecuentar una tienda New Age que tenía pegatinas en la pared. Una de ellas llamó la atención de Nora. "Decía: «Demasiados cristianos, pocos leones». Le pregunté a mi mamá qué significaba, y ella me contó sobre la persecución de los primeros cristianos y cómo fueron arrojados a pozos con leones hambrientos. Compré la pegatina y la colgué en la pared de mi habitación. Incursioné en hechizos, y creía que a veces funcionaban, pero en otras ocasiones no. Tuve otras experiencias con la Wicca que me inquietaron y que me impidieron profundizar en el ocultismo. Una fue con una tabla Ouija que mis padres habían comprado. No voy a entrar en los detalles de esa experiencia, pero estaba totalmente asustada y me negué a continuar participando".

 

Una niebla asfixiante

 

 

A pesar de sus temores, mayor era el anhelo de avanzar en los conocimientos de la Wicca y por ello se puso feliz cuando supo que su madre le enseñaría un ejercicio que le permitiría "visitar y explorar" -le aseguró- un plano diferente de la existencia.  Se acomodaron una frente a la otra en unas sillas y entonces su madre le repitió un par de veces que al terminar la "visita" y antes de abrir los ojos, no debía olvidar regresar por la misma puerta usada para el ingreso. "Lo intenté junto a ella repetidas veces, pero cada vez que cerraba los ojos, no pasaba nada. Finalmente, unos 30 minutos después, cerré los ojos y me imaginé a mí misma atravesando la puerta. De repente, estaba en un lugar diferente. Era un vacío, rodeado por lo que solo puedo describir como una niebla roja y negra. Aunque no podía ver a través de ella, comencé a caminar hacia adelante. Pero de pronto la extraña niebla comenzó a cerrarse y endurecerse sobre mí. Sentí que me asfixiaba. Trataba de regresar, desesperada, pero la niebla eran ahora rocas gigantes rojas y negras, cerrándose a mi alrededor, y no podía moverme".

 

Aterrorizada, dice, trató de no abrir los ojos pensando en la advertencia de su madre, pero presa del pánico los abrió de par en par y se tambaleó hacia delante justo cuando su madre la sostenía. Jamás volvería Nora a repetir esa práctica.

 

La grieta que se abre y deja ver un rayo de luz

 

 

La joven continuó con la Wicca durante la escuela secundaria, practicando sus artes con regularidad. Tenía amigos cristianos, afirma, a quienes al parecer no les afectaban las creencias de Nora, "pero otros amigos se convirtieron a la Wicca gracias a mí. Una amiga comenzó a interesarse en la Wicca, aunque cuando su padre católico se enteró, le prohibió relacionarnos. Ese fue mi primer encuentro con el catolicismo, y me hizo pensar que todos los católicos eran de mente cerrada y mezquinos".

 

Pasaron los años y mientras asistía a la Universidad de Colorado probó una clase de jiu-jitsu que la enamoró de este arte marcial japonés. Hizo nuevos amigos los cuales no adherían a ninguna religión, aunque -como ella- eran anticristianos y así poco a poco su fe wiccana pasó a un segundo plano. Pero después de dos años de universidad y jiu-jitsu, comenzó a sentirse inquieta. La invadía un sentimiento persistente y creciente que no lograba negar o ignorar. Tenía todo lo que había creído necesitar para estar realizada, pero allí estaba ese vacío. Pero sabía que no se dejaría atrapar por lo que muchos usaban para evadirse de esa inquietud existencial creciente… como las drogas, el sexo o el alcohol.

 

Al fin en el muro de sus creencias, certezas y seguridades, se abrió una grieta que dejó pasar algo de luz. Una mañana, despertó habiendo logrado identificar de qué se trataba ese vacío… "Era un agujero del tamaño de Dios. Tenía 21 años y necesitaba encontrar a Dios, desesperadamente. Pero, ¿dónde estaba Él? Había investigado un poco sobre la espiritualidad oriental, y sabía que no se encontraba allí. Estaba convencida de que tampoco lo encontraría en el cristianismo; y quien fuera ese Jesús, no tenía nada que ver con Dios".  

 

Triste, al no encontrar camino, sintió que su única opción era volver a lo que conocía. Así que desempolvó su libro de brujas y empezó a leer. Fue un fiasco, pues nada del universo Wicca le hacía eco. Nada de lo que le habían enseñado desde su infancia la llevaría a Dios.

 

Enamorada de un católico

 

 

No mucho después de descubrir su necesidad de Dios, Nora conoció a Dane, "un chico guapo" del trabajo, dice, que vivía en su misma comunidad de edificios. Empezaron a hablar, y después de que la invitó a salir, surgió el tema de la religión. "Me enteré de que era católico y me horroricé. Suerte mía, pensé. ¡No sólo era cristiano, sino que tenía que ser católico! Cuando Dane me preguntó en qué creía, proclamé con orgullo que era wicca, pero internamente me atraganté. Ni siquiera yo creí lo que dije. Pero tenía que ir a por todas, y esto era lo que sabía, así que traté de tener confianza en mis palabras. Para mi sorpresa, Dane no terminó la cita ni nuestra amistad. Parecía genuinamente interesado en lo que tenía que decir. Ese fue el primer momento en que mi corazón se ablandó un poco".

 

Con el paso del tiempo el vínculo se fue fortaleciendo y Nora ya no tenía miedo de mostrar sus dudas de fe y sed de Dios. Una noche le abrió su corazón hablando de como imaginaba que sería el Dios desconocido que parecía llamarla en su interior… "Le dije que imaginaba que Él no sería un Dios impersonal, sino uno personal, uno que se preocupa por nosotros y nos conoce. Hablé de nuestras almas y de nuestro viaje en la tierra y de lo que podría significar cuando muramos. Por cada idea que compartía, Dane decía: «Eso es lo que enseña la Iglesia Católica». Me quedé anonadada. Después de la sexta vez que dijo esto, pensé que debía investigar a esta Iglesia Católica. Abrí una página de Wikipedia sobre el catolicismo y apenas pasé del primer párrafo. Era como leer un idioma diferente".

 

El toque de Jesús en una Eucaristía

 

 

La relación de Nora y Dane se volvió tan sólida que decidieron volar a Arizona para que ella pudiera conocer a la familia. Nora sabía que los padres de Dane eran católicos, y que él les había dicho que ella era wiccana. Estaba muy nerviosa. Pero nada más llegar la acogieron con calidez, sus miedos se disiparon y su corazón se ablandó un poco más.

 

Algún tiempo después de regresar a Colorado, Dane -por sugerencia de su madre- invitó a Nora a la misa de la catedral, en el centro de Colorado Springs. Allí la esperaba el desconocido que había estado anhelando conocer…

 

"No tenía idea de qué esperar, pero Dane me dijo que lo siguiera: que me pusiera de pie cuando él se pusiera de pie, que me arrodillara cuando se arrodillara, que me sentara cuando él se sentara. También fue imperativo al advertirme que no podía pasar a comulgar. Perpleja y sintiéndome un poco desafiante, pregunté por qué no podía recibir la Eucaristía. Y me recordó que yo no era católica ni creía en lo que enseñaba la Iglesia Católica. Cuando entramos en la Iglesia, nos sentamos cerca del frente para que fuera más fácil seguir todo. El momento más significativo de esa misa para mí, fue el signo de la paz. Cuando el sacerdote dijo: «Ofrezcámonos unos a otros el signo de la paz», miré a Dane con curiosidad. Me sonrió tímidamente y me dijo: «La paz sea contigo», dándome un gran abrazo. Lo vi volverse hacia quienes lo rodeaban, estrecharles la mano y ofrecerles paz, así que hice lo mismo. Quienes me rodeaban ya se habían vuelto hacia mí, me sonreían y ofrecían paz. Yo, la chica que se había burlado de ellos y de su Dios toda su vida. Yo, que había blasfemado, maldecido y tratado con tan cruel indiferencia. ¡Yo! Sabía que ellos no sabían nada de esto, pero estaba claramente consciente en ese momento de que Jesús lo sabía todo. Por primera vez en mi vida, sentí mi alma completamente desnuda y expuesta a Él, y tanto Él como yo la estábamos mirando. Podíamos ver toda la podredumbre, la fealdad y el egoísmo, y no había dónde esconderse. Me sentí avergonzada, y no entendía cómo había llegado a Su casa sin que Él me golpeara. Aunque sentía una vergüenza insoportable que venía de dentro de mí, también sentía el amor y la misericordia más tiernos que venían de fuera de mí, envolviéndome a pesar de todas mis faltas. En ese mismo momento, supe que había encontrado a Dios; ¡Había encontrado lo que necesitaba para llenar ese agujero! Estaba en casa. No recuerdo el resto de esa misa. Recuerdo estar muy callada en el camino a casa, tratando de procesar lo que me había pasado. Sabía que quería ser católica, pero no se lo dije a Dane en ese momento. Seguimos yendo a misa esporádicamente, y cuando teníamos 24 años nos casamos. Dane quería una boda católica y yo estaba totalmente de acuerdo. Felizmente firmé los papeles de que criaría a nuestros futuros hijos en la fe, aunque todavía no era católica. Traté de asistir a RICA, pero sin un padrino -que debía ser un católico practicante- nunca pasé de la primera sesión”.

 

Entregarse a Dios dando un salto de fe

 

 

Recién cuatro años después de la boda, estando embarazada y habiéndose recién mudado a Arizona para que Dane pudiera unirse al negocio familiar, Nora -con algo de resistencia- decidió retomar el proceso de sesiones de formación RICA. Sus suegros serían los padrinos.

 

Fue un tiempo de abrir los ojos a la verdad y tomar decisiones que tendrían eco en la eternidad. Aprender acerca de los sacramentos "fue hermoso", dice Nora. En especial el de la Reconciliación y la Eucaristía, porque "son las formas tangibles en que Dios puede tocarnos y sanarnos, tal como lo hizo Jesús cuando caminó por la Tierra, aunque usa a sus sacerdotes para estar in persona Christi".

 

El día de su primera confesión, la inundaban algunos temores indefinidos y el confesionario parecía intimidante. Pero avanzó hacia él…  "el peso que me quité después de mi primera Reconciliación, y cada una de ellas desde entonces, fue inmenso y me produjo una profunda sensación de paz que me llenó. Estoy muy agradecida por este sacramento. Luego, el hecho de que Dios quiera estar conmigo y nutrir mi cuerpo tanto como mi alma, dándome su verdadero Cuerpo y Sangre en forma de humilde pan, es un regalo que me deja sin palabras".

 

En abril de 2015, Nora y su hijo pequeño fueron bautizados en la Vigilia Pascual. "Desde que entré en la Iglesia Católica, mi hambre de aprender sobre mi fe ha sido insaciable. Afortunadamente, no hay escasez de recursos para aprender sobre el catolicismo, por lo que siempre estoy leyendo y aprendiendo. Amo mi fe, amo a la Iglesia Católica y amo a Jesús. Soy una mejor madre, esposa, amiga, hija y persona gracias a Él".

Compartir en:

Portaluz te recomienda