Francesco recuerda que su cuerpo estaba rígido, "como un pedazo de madera", no tenía control y no lograba ser él mismo. Trataba de reprimir sus instintos, pero sin éxito, y fue entonces que… "una voz salió de dentro de mí y le dijo al jesuita: «Yo soy Satanás, Francesco es mío, tú no puedes hacer nada»”.