Una oración desde el corazón de la gran tradición mariana

23 de marzo de 2022

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Una oración pública y coral, que une a toda la Iglesia, para implorar la paz y consagrar al Corazón Inmaculado de María a la humanidad entera y en especial a Rusia y Ucrania, mientras desgraciadamente aun arrecian los combates y los bombardeos que se cobran víctimas entre la población civil ucraniana. Un gesto simple, humilde de quien cree y confía en el poder de la oración y no en el de las armas. Se ha hecho público el texto del acto de consagración y encomienda que el Papa Francisco realizará hacia las 18.30 horas del viernes 25 de marzo, fiesta de la Anunciación, al término de la celebración de la penitencia en la Basílica Vaticana. Es un texto entretejido con citas de la gran tradición mariana, que será pronunciado en todo el mundo por el pueblo de Dios guiado por los obispos y los sacerdotes. He aquí algunas referencias.

 

Madre de Dios, es el título con el que se venera a la Virgen en Oriente y en Occidente, proclamado como dogma por el Concilio de Éfeso. Madre de misericordia es una expresión que también se repite en la oración "Salve Regina".

 

Es Él quien te ha entregado a nosotros y ha puesto en tu Corazón inmaculado un refugio para la Iglesia y para la humanidad.  Estas palabras evocan la revelación de Fátima: "Dios ha decidido establecer la devoción a mi Corazón Inmaculado..." y "mi Corazón Inmaculado será tu refugio". Aunque el dogma de la Inmaculada Concepción de María, proclamado por el Beato Pío IX en 1854, pertenece a la Iglesia católica, las Iglesias de la ortodoxia comparten la misma fe. El teólogo ortodoxo ruso Sergei Bulgakov, por ejemplo, sostiene que "en la ortodoxia, la fe en la ausencia de pecado personal de la Madre de Dios es como el incienso, como una nube de oración que la veneración y la piedad de la Iglesia concentran y hacen elevar". Además, la mención del "refugio" se hace eco de la antigua oración mariana "Sub tuum praesidium".

 

Por eso recurrimos a ti, llamamos a la puerta de tu Corazón, nosotros, tus hijos queridos que no te cansas jamás de visitar e invitar a la conversión. Podemos ver aquí una referencia a las apariciones marianas.

 

Repite a cada uno de nosotros: “¿Acaso no estoy yo aquí, que soy tu Madre?”. Esta es la frase que María reveló al indio Juan Diego en la aparición de Guadalupe.

Tú sabes cómo desatar los enredos de nuestro corazón y los nudos de nuestro tiempo.  Se puede leer aquí una referencia a "la Virgen que desata los nudos", una imagen mariana a la que el Papa Francisco es notoriamente devoto.

 

Tú, “tierra del Cielo”, vuelve a traer la armonía de Dios al mundo. La expresión "tierra del cielo" está tomada de un himno monástico bizantino-eslavo, y significa poéticamente la unión del cielo y la tierra que podemos contemplar en María asunta al cielo con su cuerpo.

 

Que las lágrimas que has derramado por nosotros hagan florecer este valle que nuestro odio ha secado. Aquí se puede leer otra alusión a la oración "Salve Regina", donde se habla del "valle de lágrimas".

 

El “sí” que brotó de tu Corazón abrió las puertas de la historia al Príncipe de la paz; confiamos que, por medio de tu Corazón, la paz llegará. Encontramos en estas palabras una velada alusión al comienzo del "Tratado de la verdadera devoción" del santo de Montfort, según el cual Dios, así como entró en el mundo por medio de María, por medio de ella quiere seguir reinando en el mundo.

 

Tú que eres “fuente viva de esperanza”, disipa la sequedad de nuestros corazones.  Se trata de una cita de la oración de San Bernardo, "Virgen Madre, Hija de tu Hijo", que se encuentra en el último canto (XXXIII) de la Divina Comedia de Dante Alighieri.

 

Tú que has tejido la humanidad de Jesús. Se trata de una expresión inspirada en algunos padres orientales (por ejemplo, san Efrén el sirio). La imagen de María como "tejedora" está presente en la iconografía cristiana desde el mosaico del arco de triunfo de Santa María La Mayor y durante todo el primer milenio.

 

La encomienda a María tiene una referencia evangélica. En el Evangelio de Juan leemos que Jesús, desde la cruz, confía a su Madre el único apóstol presente en el Calvario: "¡Mujer, he ahí a tu hijo!". E inmediatamente después, añade, dirigiéndose a Juan: "¡He ahí tu madre!". Encontramos huellas del acto de consagración o encomienda a María al menos desde el siglo VIII, con Juan Damasceno, teólogo árabe de fe cristiana y doctor de la Iglesia, originario de Damasco. Fue él quien formuló la primera oración de consagración a la Virgen: "También nosotros permanecemos hoy cerca de ti, oh Soberana. Sí, repito, oh Soberana, Madre de Dios y Virgen. Atamos nuestras almas a tu esperanza como un ancla firme e inquebrantable, consagrándote mente, alma, cuerpo y todo nuestro ser y honrándote, en la medida de nuestras posibilidades, 'con salmos, himnos y cánticos espirituales' (Ef 5,19)".

 

 

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