Los videos que desmienten al ex nuncio Viganò

01 de septiembre de 2018

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Cuando era nuncio apostólico en Estados Unidos, Carlo Maria Viganò no solo concelebraba públicamente sin ningún problema con el cardenal abusador Theodor McCarrick, sino que participaba en cenas de gala en su honor, a pesar de las presuntas y duras sanciones que Benedicto XVI habría tenido a bien aplicar al purpurado. 
  
Siguen pasando las horas y no solamente la interpretación de los hechos, sino también algunos de los (presuntos) hechos descritos por Viganò en su clamoroso “dossier”, con la petición de la renuncia de Francisco como adjunto, corresponden bastante poco a la realidad. El ex nuncio en su informe escribe: «El Papa Benedicto había impuesto al Card. McCarrick sanciones semejantes a las que ahora le inflige el Papa Francisco: el cardenal debía dejar el seminario en el que vivía, se le prohibía celebrar en público, que participara en reuniones públicas, que dictara conferencias, que viajara, con la obligación de dedicarse a una vida de oración y de penitencia». 
  
«Lo que es cierto es que el Papa Bendicto ingligió a McCarrick las antes mencionadas sanciones canónica y que las mismas le fueron comunicadas por el Nuncio Apostólico de los Estados Unidos, Pietro Sambi… Las mismas disposiciones del Papa Benedicto me fueron después comunicadas por el nuevo Prefecto de la Congregación para los Obispos, Card. Marc Ouellet, en noviembre de 2011 durante conversación antes de mi partida hacia Washington como parte de las instrucciones de la misma Congregación al nuevo nuncio. Por mi parte, insistí al respecto con el Card. McCarrik en mi primer encuentro con él en la nunciatura. El cardenal, farfullando de manera incomprensible , admitió que había cometido el error de haber dormido en el mismo lecho con algunos seminaristas en su casa del mar, pero me lo dijo como si no tuviera ninguna importancia». 
  
¿Como es posible que todas estas sanciones y advertencias no condujeron a McCarrick a cambiar de vida? El cardenal siguió viajando, celebrando, dictando conferencias, pero también hizo tres viajes al Vaticano, en los que pudo estrechar la mano del Papa Benedicto. ¿Cómo es posible que a pesar de haber insistido con el mismo McCarrick en las severas sanciones que el Papa le había impuesto, Viganò se haya dejado retratar con él, haya celebrado con él misas y haya pronunciado un discurso en una cena de gala durante la que se le entregaba un premio a McCarrick? Sucedió el 2 de mayo de 2012, en pleno Pontificado ratzingeriano, en el World Mission Dinner de las Pontifical Mission Societies en los Estados Unidos, que se llevó a cabo en un hotel de Manhattan. Solamente 6 meses antes Viganò recibió del cardenal Ouellet la reiteración sobre la orden punitiva contra el cardenal molestador.  
  
He aquí, pues, cómo comienza el discurso, publicado por el Catholic News Service: «Distinguidos huéspedes, obispos aquí presentes y huéspedes honoríficos de esta tarde como “Embajadores Pontificios de las Misiones”, que es un buen título. Primero entre todos, su eminencia el cardenal McCarrick (“embajador” ya desde hace tiempo, como sacerdote, obispo, arzobispo, cardenal… “Usted es tan amado por todos nosotros”». 

 

Entonces, el nuncio no tuvo ningún problema para aparecer en público con el cardenal molestador y tampoco se preocupó sobre las evidentes violaciones de la orden de Benedicto, que él mismo asegura haber impartido inmediatamente a McCarrick. Habla sin problemas, con afecto, dirigiéndose al cardenal “desobediente”: «Usted es tan amado por todos nosotros». Se podría decir: esas órdenes eran secretas, en público hay que sonreír diplomáticamente. Pero, si Benedicto XVI sabía sobre las acusaciones y su cardenal Prefecto de los Obispos le comunicó al nuncio la sanción nuevamente, ¿por qué su nuncio no hizo nada? 
  
No resulta, por lo menos por lo que sabemos hasta el momento, que el mismo Viganò, indignado, hubiera escrito al Vaticano enojado y sorprendido por el descuido con el cual el anciano purpurado ignoraba las órdenes del Papa. Y, si lo hizo, evidentemente no tuvo respuesta. Por lo demás, ¿si el mismo Papa se dejaba fotografiar sonriente al lado de McCarrick, por qué habría debido preocuparse el nuncio? Quien, entre otras cosas y como atento diplomático de larga carrera que es, habría podido inventarse el pretexto de un compromiso imprevisto o de algún resfriado para evitar viajar de Washington a Nueva York con el objetivo de homenajear al purpurado abusador. 
  
Nada de todo esto tiene sentido. O bien las (presuntas) órdenes de Benedicto XVI no eran tan perentorias, y solamente se trataba de recomendaciones verbales (pero entonces no se entendería por qué Viganò habría debido indignarse con el Papa Francisco por haber recibido a McCarrick y por no haber insistido en las sanciones que Benedicto XVI no habría podido hacer respetar); o Viganò se demostró negligente (o poco eficaz) a la hora de hacer que fueran respetadas las sanciones, cuando era el representante del Pontífice en Estados Unidos, sin preocuparse demasiado al ver claramente ignoradas las órdenes. 
  
Hay otro video elocuente, procede de los archivos de los medios de comunicación vaticanos, que pone en discusión la narración de Viganò y, sobre todo, la interpretación que el ex nuncio le da. Es un video en el que se ve el breve primer encuentro entre el mismo Viganò y el Papa Francisco, durante el “baciamano” al final de la reunión con los nuncios. Leamos la versión de Viganò, que tal vez habría merecido en este punto una mejor edición: «Cuando fue mi turno, apenas tuve el tiempo para decirle “Soy el nuncio en Estados Unidos” antes de que, sin preámbulo, me dirigieran con tono de reproche estas palabras: “Los obispos en los Estados Unidos no deben ser ideologizados! ¡Deben ser pastores!”. Naturalmente yo no estaba en condiciones de pedir explicaciones sobre el significado de sus palabras ni por la manera agresiva con la que me había apostrofado». 
  
Ahora pasemos a lo que efectivamente sucedió, gracias a la secuencia que capturó el camarógrafo del entonces Centro Televisivo Vaticano (el encuentro se ve en el minuto 1.10). 



Como aparece en este documento (y no se puede desmentir), la realidad es diferente de lo que cuenta Viganò. Sobre todo, el Papa lo recibe sonriendo, con gentileza, y al enterarse de que es el nuncio en Estados Unidos, no le impreca «sin ningún preámbulo, con tono de reproche», sino le agradece amablemente por su trabajo. Inmediatamente después, la cara del Pontífice se pone un poco más seria (como sucede cuando desea comunicar un mensaje que considera importante, como bien saben los que por su trabajo ven las transmisiones de este tipo de audiencias) y comienza, tranquilamente, con voz calmada y sin tonos agresivos, a decir: «En los Estados Unidos…». Inmediatamente se interrumpe: la televisión vaticana no divulga las palabras que se dicen en ocasiones como estas. 
 
Pero es evidente, como sea, que Francisco no fue agresivo, no acosó a Viganò, no le reprocha nada. Es simplemente el nuevo Papa que informa a su embajador en Estados Unidos sobre una de sus preocupaciones.
 
Podría decirse que estas son pequeñeces, detalles. Sin sombra de duda. Pero son particulares que documentan tal vez una memoria imperfecta sobre algunos episodios o cierto hastío personal del ex nuncio frente al actual Pontífice.


Fuente: Vaticaninsider.com


 

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