Valioso legado de Santiago del Cura, teólogo recién fallecido, sobre la incompatibilidad entre reencarnación y fe cristiana

26 de agosto de 2022

A partir de la Ilustración -analiza del Cura- Occidente ha mostrado un interés creciente en la reencarnación, que se intensificó con el romanticismo en el siglo XIX e incluso llegó a cautivar a pensadores neomarxistas.

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Cada vez es más frecuente encontrar afirmaciones sobre la compatibilidad de la creencia en la reencarnación con el cristianismo, o incluso se llega a leer falsedades; como que la Iglesia antigua habría cambiado las enseñanzas originarias de Jesús, suprimiendo en el Concilio de Nicea (año 325) todas las referencias a la reencarnación que habría en la Biblia. Todo ello, sin fundamento alguno, como puede comprobarse con un estudio histórico riguroso.

 

El pasado 15 de agosto murió en España el intelectual católico contemporáneo que ha reflexionado con más profundidad sobre este tema. Se trata de Santiago del Cura Elena, sacerdote diocesano de Burgos y uno de los teólogos más destacados del panorama actual. Profesor en la Facultad de Teología del Norte de España y en la Universidad Pontificia de Salamanca, formó parte de la Comisión Teológica Internacional, un organismo de asesoramiento al Papa. Era también hincha del Real Madrid y le gustaba pasear por los bosques cuando se tomaba unos días de vacaciones en Alemania, donde disfrutaba el poder comer un buen plato de chucrut con carne.

 

En torno a su muerte, los medios de comunicación católicos han destacado –además de sus virtudes humanas, sacerdotales y académicas, de las que podemos dar fe quienes hemos sido sus alumnos– su más reciente nombramiento pontificio: Francisco lo nombró miembro de la Comisión para el Estudio del Diaconado Femenino. Precisamente el ministerio ordenado era uno de los temas de su especialidad, junto con el misterio del Dios trinitario y la escatología.

 

Un tema ineludible de ayer y de hoy

 

 

Y es en este campo, el de la escatología -la disciplina teológica que aborda el destino último del ser humano y de todo lo que existe, más allá de la muerte-, donde afrontó con amplitud y profundidad “la reencarnación como tema ineludible”; cita con la que titula uno de sus escritos.

 

Fue en la década de los 90, cuando el P. Julián García Hernando, director del Centro Ecuménico “Misioneras de la Unidad”, solicitó al sacerdote burgalés la redacción de un capítulo que abordase las religiones no cristianas para incluirlo en la obra Pluralismo religioso en España. En aquel capítulo, Santiago del Cura comienza su argumentación aludiendo a “la fascinación creciente que la reencarnación parece ejercer hoy día no solamente en los ámbitos geográficos o culturales donde cuenta con una larga implantación, sino también entre muchos occidentales, incluidos bastantes cristianos”. De esta forma -prosigue- se trata de “un tipo de esperanza que atrae a numerosos contemporáneos”, y que por lo tanto exige un análisis riguroso y un “diálogo crítico… diálogo que busca la comprensión recíproca sin tener que renunciar a la propia identidad confesante”.

 

En varios de sus estudios, el teólogo burgalés define con detalles los términos y variantes de la reencarnación, que son abundantes y entrañan “una gran diversidad y complejidad doctrinal” que se debe tener en cuenta.

 

“Hay una modalidad de reencarnación más propia de las religiones primitivas y de las sociedades arcaicas”, explica, pero ciertamente las versiones más conocidas son las que están en el núcleo doctrinal del hinduismo y el budismo, y las que sostuvieron filósofos griegos como Pitágoras, Platón y los neoplatónicos. Tras su repaso histórico, Santiago del Cura afirma que “lo llamativo no es que ésta [la creencia en la reencarnación] se haya transmitido, sino el éxito progresivo que ha ido obteniendo en el mundo occidental”.

 

Reencarnación cautiva a neomarxistas

 

 

A partir de la Ilustración, Occidente ha mostrado un interés creciente en la reencarnación, que se intensificó con el romanticismo en el siglo XIX e incluso llegó a cautivar a pensadores neomarxistas. El esoterismo contemporáneo ha sido un importante impulsor de esta creencia, sobre todo a través de sistemas como el espiritismo y la antroposofía. Y aquí es donde el teólogo español señala una clave fundamental: la reencarnación entendida como “progreso evolutivo hacia adelante, posibilidad siempre abierta de desarrollos ulteriores”.

 

Así -puntualiza del Cura- sus defensores publicitan “una valoración positiva de la reencarnación que resulta predominante en los diversos movimientos contemporáneos donde ha sido integrada como un elemento sincretista, bien sea en la New Age, bien sea en las diversas neognosis contemporáneas”. Lo que supone “una de las razones de su atracción actual para muchas personas de nuestra época”.

 

¿Por qué atrae tanto la reencarnación?

 

 

Aunque hay algunas personas que creen firmemente en la reencarnación, lo más habitual en las sociedades occidentales es hallar un pensamiento difuso que está de moda y resulta novedoso o interesante. Sin embargo, tal como avisa Santiago del Cura, esto no impide “que dicho interés termine transformándose en una convicción personal o en una especie de sincretismo individual, donde armonizar elementos muy diversos a condición de que satisfagan las propias necesidades personales”. Una muestra de la religiosidad a la carta.

 

Haciendo una magnífica síntesis, este teólogo y sacerdote apunta como motivos de esta fascinación creciente “la situación contemporánea de malestar difuso, asfixia materialista, crisis de los ideales de la modernidad, pluralismo religioso, revancha de lo reprimido, retorno de lo sagrado al margen de las iglesias y de las instituciones tradicionales”. Estaríamos, por lo tanto, ante un síntoma de la situación social y espiritual del ser humano.

 

¿Una visión dulzona de la muerte… o es banalización?

 

 

Santiago del Cura observa que, en una sociedad que se aleja de la visión cristiana de la muerte, la reencarnación se utiliza para dotar a este hecho ineludible de un cierto sentido dulzón. Pero esto tiene su riesgo. “No hay duda de que la reencarnación, en su configuración moderna, encaja bien con la necesidad humana, comprensible, de decir bellas palabras al moribundo; pero con demasiada frecuencia apunta hacia una banalización de la muerte y del morir”, escribe.

 

De esta forma, “la creencia en la reencarnación, con su esperanza de poder revisar decisiones vitales equivocadas, se corresponde bien con una postura moderna de reserva frente a toda decisión vinculante y comprometida”. Nada sería definitivo, y todo podría solucionarse más adelante, en otras vidas. Además, “el hombre aparece como el artífice de su propio destino futuro”.

 

La Biblia y las fuentes cristianas antiguas

 

 

El teólogo burgalés lo afirma claramente: “en la Biblia no hay ningún texto que proponga explícitamente la fe en la reencarnación”. Pero como hay tantas personas y grupos que proponen una lectura alegórica de ciertos pasajes de la Escritura en esta clave, Santiago del Cura hace un estudio detallado de los más importantes, para concluir una y otra vez que, aunque pueda haber términos e ideas que parecen semejantes, “el contenido y el esquema de la comprensión cristiana difieren de los esquemas reencarnacionistas”. Está claro que Jesús, el Hijo de Dios, testimonia que lo verdadero es la resurrección de los muertos.

 

Una polémica semejante se da con la teología patrística –los escritos de los autores cristianos de los primeros siglos–, leída de forma interesada y retorcida por los partidarios de la reencarnación. Y la conclusión es definitiva: “no puede negarse que las ideas reencarnacionistas encontraron acogida entre algunos cristianos de los primeros siglos, pero la cristalización del conflicto terminó con su exclusión de la gran Tradición eclesial”.

 

Estos cristianos que dejaron de serlo eran los gnósticos, en cuyo pensamiento sincretista “se reinterpretaba la fe cristiana modificando profundamente su contenido”. Y autores destacados como San Justino, San Ireneo de Lyon y Tertuliano se confrontaron con esas creencias, reafirmando en sus escritos que “la fe cristiana rechaza la reencarnación y espera en la resurrección de los mismos cuerpos, íntegros y glorificados”. Incluso los que sitúan a Orígenes como reencarnacionista están en un error: es cierto que defendió la teoría de la preexistencia de las almas –doctrina rechazada por la Iglesia en el siglo VI–, pero no se puede deducir que apoyara la reencarnación.

 

Reencarnación y fe cristiana, frente a frente

 

Tras un exhaustivo análisis, Santiago del Cura confirma que “la reencarnación nunca fue un elemento integrante de la fe cristiana. Fue siempre una creencia religiosa extracristiana”. Y esto es fundamental: al ser una idea ajena a la fe cristiana, nunca ha sido “condenada” por la Iglesia ni etiquetada como herejía o doctrina heterodoxa, “ya que tal comportamiento por parte de la Iglesia únicamente se lleva a cabo con las doctrinas que, surgidas o articuladas en su interior, resultan incompatibles con el contenido de la fe”.

 

Resurrección y reencarnación son “dos formas distintas de articular la pregunta por la muerte y por su significado”. Como afirmaciones religiosas, “ninguna de ellas puede pretender demostrabilidad científica, a pesar de la aureola científica con que la reencarnación aparece en algunos círculos contemporáneos”.

 

¿Y qué ocurre con los intentos de integrar la reencarnación en la cosmovisión cristiana, de manera que ésta no pierda nada esencial? El teólogo español lo tiene claro: “realmente no es así. Y ello no por cuestiones de detalle, sino por razones de fondo”. Lo puntualiza diciendo: “la reencarnación aparece como un cuerpo extraño al conjunto y a la lógica de la fe cristiana, difícil de encajar sin violencias o reducciones respectivas”.

 

Porque la reencarnación, en el fondo, contradice una serie de afirmaciones fundamentales sobre la comprensión de la realidad que tiene la fe cristiana, apoyada en la revelación bíblica. Estas afirmaciones son: el universo creado por Dios con una historia lineal (y no circular y repetitiva), la encarnación de Dios en la persona de Jesucristo, la visión unitaria del ser humano como creado y querido por Dios en su individualidad, la salvación como gracia de Dios (regalo) y no como conquista humana, la respuesta a la pregunta por el misterio del mal, y la necesidad del purgatorio (purificación) para la plenitud final.

 

Desafío intelectual… y vital

 

La moda creciente de la reencarnación en nuestro mundo actual “es un fenómeno que urge a la reflexión sobre los propios contenidos de la fe cristiana y sobre los caminos más adecuados para hacerla plausible, comunicable y atrayente”, señala del Cura.  

 

Por eso afirma también que “en la oferta contemporánea de los diversos modelos de esperanza resulta inevitable y beneficiosa la confrontación con las creencias reencarnacionistas”. Porque entre ellas y la fe cristiana “se da una divergencia radical de fondo, difícilmente superable, a pesar de que profesen comúnmente la fe en una vida postmortal”.

 

En un simposio teológico que se celebró en 2001, este sacerdote burgalés afirmaba que “sólo si la muerte es realmente vencida, la existencia temporal tendrá un horizonte de plenitud y el tiempo podrá verse transfigurado”. Para Santiago del Cura ya llegó el momento del encuentro definitivo, con la convicción de que “nuestro Juez, Cristo, es también nuestro Salvador”. Con esta fe vivió y murió. Y con esta fe esperamos su resurrección.

 

 

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