San Juan Pablo II y la Virgen María detonan la conversión del beisbolista bautista Wade Gaynor y su esposa Neena

05 de agosto de 2022

En un apasionado relato que puedes leer en cuatro minutos, Neena Gaynor comparte el desafiante camino que han recorrido de la mano de Dios y su extraordinaria intervención para llevarlos a la fe católica gracias a San Juan Pablo II y la Virgen María.

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Desde la primera vez que lo vio -a instancias de su hermano que hacía de cupido- Neena Gaynor confidencia que se sintió atraída por Wade; aunque este joven recién reclutado en el equipo de béisbol Los Tigres de Detroit, fuese parco de palabras, algo tímido y poco consciente de las señales que daba en algunos de sus gestos de galanteo.

 

Con 1.90 de estatura y habilidades deportivas innatas Wade recién iniciaba su trayectoria en el béisbol profesional; era en la ‘tercera base’ donde mostraba su real carácter, aguerrido, que se había forjado en una infancia de sólidas convicciones cristianas. Neena lo sabía y a muy poco de conocerle intuía que de forma inevitable sus vidas se unirían.

 

Se casaron afrontando el dulce y agraz que impone este deporte profesional a las familias. El estilo de vida "pick-up-and-go" que tenían, involucraba “saltar de un equipo a otro, de una ciudad a otra, dentro y fuera de la temporada”, dice Neena y valora que Wade se preocupase siempre para que, junto a los hijos, acudiesen a celebrar su fe en alguna iglesia cristiana.

 

“Ojalá me hubiera enamorado de Jesucristo tan rápido como de Wade ... Durante esos años de vagabundeo, conocí y alabé al Señor en cafeterías, anfiteatros, centros comerciales, parques, santuarios tradicionales que eran completamente nuevos y algunos tan antiguos como de la Guerra Civil. El nombre de Jesús fue proclamado en cada establecimiento, y mi corazón se conmovió a veces en cada uno... pero estaba cansada, siempre buscando, vagando en un desierto de cáscaras de cacahuetes, galletas saladas y tarros de comida para bebés”, relata Neena.

 

El inicio en la última temporada

 

 

Pasaban los años y una noche cálida de finales de julio, Wade se acomodó con bolsas de hielo sobre sus piernas en las dos camas gemelas que habían juntado para descansar todos juntos, “en el alquiler mensual más barato” que pudieron encontrar, recuerda Neena. Fue entonces que él habló por primera vez del retiro… "«Quizá deberíamos irnos a casa», dijo e intentó leer mi expresión a la luz de la televisión apagada. Compartimos una risa. Él se durmió rápidamente, pero el sueño se me escapó. Recé para que nos diera fuerzas, recé para que nos ayudara, recé para que nos diera aciertos, para que nos diera buenos pelotazos y para que nos diera muchas bendiciones”.

 

Pronto ocurrió algo significativo para el futuro de ambos y de sus hijos cuando Wade llegó a casa llevando en sus manos la encíclica Evangelium Vitae del Papa San Juan Pablo II. Sabiendo que eran “cualquier cosa menos católicos" afirma Neena, no dudó que aquella “era obra del Espíritu Santo ... Observé cómo se pasaba las mañanas leyendo y contándome los conocimientos que estaba obteniendo de su ‘Libro del Papa’, como él lo llamaba”.

 

Aún pasó algo de tiempo para que Wade se alejase del béisbol profesional y encontrase nuevos trabajos. En ese tránsito el “Evangelio de la Vida” sería un libro referente para sus vidas y poco a poco comenzaron a tener una inevitable “hambre de Eucaristía”, señala Neena.

 

Con hambre de Eucaristía y resistiendo a la Virgen

 

 

El reencuentro con una querida amiga de la juventud, católica, quien había ingresado en una orden religiosa en España y estaba haciendo su primera visita a Kentucky, fue un nuevo impulso espiritual para Neena y su esposo. Justo en esos días Wade conoció a un apasionado católico con quien debatían cuestiones de fe, aunque sin lograr derribar algunas barreras que para Neena eran casi insalvables.  “Mientras mi marido repasaba Juan 6, yo me enfrentaba a la Madre María y a innumerables santos”, puntualiza.

 

Finalmente, dice, acordaron "despilfarrar" una preciosa mañana de domingo y calmar a la insistente amiga, aceptando acompañarla a una misa católica. “A pesar de las distracciones de mis bebés, que son muy inquietos y tienen mucho sueño, experimenté el descanso que Dios ofrece en cuanto se abrieron las puertas de la catedral.  Divinamente, el Salmo Responsorial de ese día fue: ‘Sólo en Dios descansa mi alma’.  Me conmovió hasta las lágrimas...”.

 

 

“Fue entonces que iniciamos la Catequesis (RCIA), y nuestra conversión … Pero decir que Wade o yo éramos entusiastas del RCIA sería una exageración. Para nosotros, asistir a una clase semanal nos parecía otro de esos aros católicos por los que había que pasar antes de que compartieran la Eucaristía con nosotros. Íbamos armados cada semana con las Escrituras como espada, listos para la batalla con el paciente líder de RCIA y el amable sacerdote. Empuñábamos nuestra arma preferida con golpes demoledores, defendiendo a Dios y su honor contra esas enseñanzas marianas. «Asegúrate de dejar espacio en tu corazón, por si acaso te equivocas» dijo el sacerdote con ojos que brillaban de amor. Me hundí en el viejo y desgastado sillón que picaba. Era tan orgullosa como para afirmar que Dios no podía, que no quería, honrar a la humilde madre de su Hijo unigénito”.

 

Lo extraordinario en lo cotidiano

 

 

En un nuevo hecho extraordinario el hermano de Neena, de forma imprevista apareció en las charlas de formación católica. Fue una revelación ver su camino de conversión. Y otro nutriente para los esposos era también el canal católico EWTN, señala Neena. Sin embargo, ya próximos a la fecha de proclamar su nueva fe católica ante la asamblea -el día de Todos los Santos de 2017- y recibir su Primera Comunión, Neena aún tenía resistencias.

 

“Sabía que estaría de pie frente a la asamblea y a Dios profesando que creía que todo lo que la Iglesia Católica cree, enseña y proclama era verdad. Pero ¿realmente lo creía? Llamé por teléfono a esa querida amiga católica que ahora está de vuelta en España. ¿Su consejo? «Conságrate a María»”.

 

Tomó un libro que se explayaba sobre la Virgen y aunque muchas veces lo dejó a mitad de camino, lo retomaba. Recuerda Neena que también rezaba un rosario cada día, rezando y luchando, con sincera esperanza. Pero fue un hecho cotidiano lo que gatilló lo extraordinario días antes de hacer esa profesión de fe …

 

Llevó a los niños a uno de sus paseos habituales y su hijo mayor mientras saltaba y brincaba, buscando ardillas, de pronto le preguntó: «Mami, ¿por qué cantan los pájaros?». Espontánea Neena le respondió: «Cantan para Dios». Y entonces el pequeño detuvo su recogida de algunas bellotas y la miró con ojos brillantes diciendo: «Seguro que María y los pájaros le cantan a Jesús todos los días».

 

“Casi me caí... ¿Cómo se lo había imaginado un niño de cuatro años? Me imaginé a María caminando con un pequeño Jesús parlanchín. Mis hijos y yo nos dimos la vuelta y subimos la colina hasta el patio de juegos. Me imaginé a Jesús cargando la cruz hasta el Calvario, y a María caminando desde la distancia, pero con Él. Desde entonces, creo que nunca he pensado en la Virgen sin pensar en su Hijo”.

 

Gracias Jesús, te amo

 

 

El día 33 de su ‘Consagración a María’ fue el 1 de noviembre, Día de Todos los Santos. En honor a ella, Neena se puso un vestido azul y se situó al lado de su esposo frente a una multitud que se reunía para una misa de mediodía lluviosa.

 

“Me sentí como una novia que se une a la Iglesia de Jesús. Tantos pequeños momentos, menores, habían conducido a este momento. Tantas personas formaban parte de nuestro viaje. De pie junto a mi marido, vislumbré esos sencillos hoyuelos que siempre parecen aparecerle cuando le tiendo la mano. 

El amable sacerdote se inclinó: «¿Qué nombre de santo de confirmación elegiste finalmente?». «María», respondí. «Juan Pablo II», dijo Wade. Qué sentido del humor debe tener el Cielo. Yo, María. Wade, el Gran Santo Mariano. Fue perfecto. Mientras caminaba por el pasillo para recibir a Jesús, cada paso estaba lleno de pensamientos… Me acerco al Rey. Él es tan humilde. Tan gentil. Tan bueno. Señor, ¿por qué nosotros? ¿Cómo?  ¡Oh, cómo nos ama! A todos nosotros.

El sacerdote sostuvo el Cordero de Dios ante mí, «El cuerpo de Cristo». Gracias, Jesús. Te amo. Amén”.

 

 

 

Fuente: Lea el relato completo en The Coming Home Network

 

 

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