Descubre a la Virgen de Loigny que se apareció a un general defensor del Papa y de la Iglesia en su agonía

02 de diciembre de 2022

Como parte del extraordinario suceso las balas alemanas ya no pudieron tocarlos y así los supervivientes lograron llegar al refugio, donde fueron recibidos entre vítores de júbilo por la población.

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Louis-Gaston de Sonis tenía 45 años cuando fue nombrado general del ejército de los Zuavos, defensores del Papa y la Iglesia. El Batallón de Zuavos Papales había sido creado el 1 de enero de 1861 y estaba formado por voluntarios, en su mayoría franceses, belgas y holandeses, que acudieron a defender los Estados Pontificios amenazados por el deseo del nuevo Reino de Italia de completar la unión nacional con Roma convirtiéndola en la capital del reino.

 

En la noche del 1 de diciembre de 1870 -en el contexto de la guerra franco prusiana- Louis-Gaston de Sonis y sus hombres recibieron la orden de cruzar por Patay, el mismo lugar donde Juana de Arco había obtenido en 1429 una famosa victoria contra los ingleses.  El general y sus hombres avanzaron al amparo de su estandarte que contenía la imagen del Sagrado Corazón coronada con el lema "Coeur Sacré de Jésus, Espoir et Salut de la France". (Sagrado Corazón de Jesús, Esperanza y Salvación de Francia); obra que las propias monjas de Paray le Monial habían bordado y entregado en septiembre para que sostuviera su esperanza y les protegiera.

 

 

El 2 de diciembre, el general Louis-Gaston de Sonis se aproximaba a Loigny y trataba de levantar los ánimos de los soldados recordando la valiente victoria de Juana de Arco, pero parte del ejército le abandonó. Se dirigió entonces al coronel Charette y en tono evangélico le espetó: «¿También usted, coronel, quiere abandonarme como lo han hecho estos?» «¡No, no!» respondió el zuavo y con voz fuerte añadió: «¡Viva Pío IX! Viva Francia».

 

La arenga del coronel fue repetida a coro por todos los hombres que acompañaban al fervoroso general. Por la mañana, todos se habían confesado y recibido la absolución y alrededor de las 03.00 de la madrugada, Sonis dirigió el 1er Batallón de Zuavos al grito de: "¡Amigos míos, dos regimientos acaban de escapar! Ahora es el momento de mostrar a estos cobardes cómo luchan los hombres valientes; ¡vivan los zuavos!"

 

La infantería y la artillería alemanas estaban posicionadas en los bosques adyacentes por los que tenían que pasar... Así comenzó la batalla, en la cual el fuego enemigo se hizo tan avasallante que el general ordenó calar bayonetas y asaltar el bosque. Con de Sonis, Charette y otros oficiales superiores guiándolos a caballo, los zuavos ganaron terreno y a través de una tormenta de balas lograron rodear al enemigo. El general de Sonis fue herido en el muslo y Charette cayó bajo el impacto de dos balas. El capitán Montcuit, que había perdido un brazo en Castelfidardo, también fue herido. Uno de los zuavos que allí luchaba, el sargento Wibaux, escribió sobre la batalla unos días después: "...es imposible explicarlo con palabras, fue una verdadera carnicería; los zuavos literalmente agotados, fuimos batidos como la mantequilla".

 

Pero lograron reconquistar los bosques y cientos de alemanes fueron apresados. En ese mismo instante la infantería que debía apoyar a los zuavos del general de Sonis se negó y el ejército papal, sin munición, debió replegarse siendo presa de la artillería alemana. Estaban siendo arrasados y el general Louis-Gaston de Sonis, que agonizaba por la sangre perdida, se encomendó a la Madre de Dios… en ese instante la Virgen María se le apareció en el campo de batalla asegurándole que no todo estaba perdido y que Francia celebraría a los supervivientes.

 

Como parte del extraordinario suceso las balas alemanas ya no pudieron tocarlos y así los supervivientes lograron llegar al refugio en Poitiers, donde fueron recibidos entre vítores de júbilo por la población.

 

De los 300 zuavos del batallón, 218 habían muerto. Tres portadores de bandera habían sido abatidos sucesivamente, pero el cuarto regresó junto al general: era el que portaba la bandera del Sagrado Corazón.

 

Las heridas en el muslo izquierdo del general Louis-Gaston de Sonis (en imagen a la izquierda) eran tan graves que se decidió amputarle la pierna. Falleció en París 17 años después el 15 de agosto de 1887 dejando un sólido testimonio de fe y devoción a la Virgen. Entre sus escritos personales se lee la siguiente reflexión:  "María está en el umbral de la eternidad para inspirar confianza a aquellos que deben llevar la cruz. Lucha valientemente contra el demonio de la tristeza. Enfréntenlo siendo obedientes a la voluntad de Dios, y sirviendo a Dios con alegría, con gran sencillez de corazón".

 

 

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