La oración no evitó que mi padre falleciera, pero sí el modo en que yo lo viví

11 de noviembre de 2021

Jesús Juárez Pérez Cea, a quien sus amigos conocen como Donut, es feligrés de la parroquia de Santa Rosa de Lima (Málaga, España) y trabaja en el colegio hogar San José de la Montaña y como profesor de Ciencias de Educación en la Universidad de Málaga.

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Los recuerdos de la oración en su infancia están protagonizados por sus padres, pero también por su abuela, con quien cuenta una experiencia muy personal. «Era ciega, le molestaba mucho la claridad, y yo, por las tardes, me pasaba horas y horas a su lado y rezaba el Rosario junto a ella, incluso mientras ella dormía», parte contando "Donut" al portal de la diócesis de Málaga. Luego la parroquia fue escenario de nuevos aprendizajes y de encuentro con personas que le ayudaron a profundizar en la oración.

 

«La oración es como un termostato, me equilibra. Cuando estoy frío me activa, me enciende, y cuando estoy en una situación dolorosa, ponerme delante de Dios y decirle "¿qué quieres de mí?", me baja la temperatura. He tenido épocas de rezar más y otras menos, pero no podría vivir sin hacerlo».


 
En momentos de dolor, de sufrimiento, tiene la oración más presente. «Mi hija Julia nació hace tres meses, y en su embarazo recé sin parar porque hubo momentos de mucha incertidumbre. Me sentía muy vulnerable, con mucho miedo, y acudía a la oración. En el parto no sé cuánto pude rezar, no hubo santo a quien no le pedí fuerza».

 

En cuanto a su modo de orar, Donut tiene la suerte de trabajar en un colegio religioso, y todas las mañanas entra en la capilla a rezar: «Rezo por el día que comienza, por los niños, por mi familia. También por las noches hago revisión, pido, doy gracias. Luego tengo muchos momentos a lo largo del día. En el coche, por ejemplo, escucho una canción o una conferencia y luego dedico un rato a rezar. También en la parroquia, delante del Señor, o de forma comunitaria. Una forma que tengo desde siempre es llevarle mi dificultad a Dios y decirle “hasta que no me arregles esto no me voy”. No es un chantaje, sino expresarle que necesito que me ayude a vivir una determinada circunstancia, y que sea para su gloria».

 

Como catequista de adolescentes en su parroquia, Jesús reza para que estos, cuando estén en su casa, en su cuarto, sientan a Dios y su amor. «Es mi objetivo como catequista, que descubran que siempre les acompaña y que son perfectos, tal y como Él les ama».

 

Jesús recomienda la oración a todos. «Una amiga me preguntó, ante la enfermedad de mi padre, por qué rezaba si no cambiaba nada. Y llevaba razón. Mi padre falleció, no cambió eso, pero sí el modo en que yo lo viví. Si rezas, tienes paz. Dios no juega a los dados, pero nos dará fuerza para afrontar la vida de otro modo, sabiendo que eso que pasas lo puedes vivir con Él, y con paz. El Padrenuestro, por ejemplo, está hecho para hoy y para toda la eternidad. Cuando lo rezamos, decimos “Danos hoy nuestro pan”, y yo pienso qué maravilloso es que eso está dicho para este momento, para hoy 24 de octubre, a esta hora. Igual que lo era hace 2000 años o que será dentro de cuarenta. Lo mismo que el Avemaría, “ahora y en la hora...”».

 

Rezar como un niño

 

«En el embarazo de mi niña me propuse rezar una treintena, pero al tercer o cuarto día me perdía y no sabía por dónde iba. Así que lo hice con el abecedario. Empezaba por la A y pedía para que mi niña tuviera amigos, amor... Con la B, para que tenga besos, una buena vida... y así. Y le añadía los signos de exclamación, por las dudas, por los miedos. Me sentí un niño y como tal le rezaba. Desde entonces lo hago, aunque me da mucha vergüenza contarlo», confiesa.


«Cuando trabajaba en los Asperones y en mi nuevo colegio, descubro que los niños nos enseñan mucho. Al rezar con ellos, empiezo yo y digo “quiero pedirle a Dios”, pero ellos dicen “Señor, te pido...” porque saben que hablan con Él directamente, que Él les escucha. Me dieron una lección que intento aplicarme ya.

 

 

Fuente: Diócesis de Málaga

 

 

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