Juan José Larrañeta, un querido misionero dominico que llevó el amor salvífico de Cristo a los habitantes del Amazonas

26 de enero de 2023

Su labor misionera en el Amazonas peruano del departamento de Madre de Dios, en Puerto Maldonado, ha dejado frutos. Escuelas, centros de salud, comunidades de base, un seminario, varias decenas de sacerdotes y miles de almas conquistadas para Cristo.

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Juan José Larrañeta Olleta nació en Villava (Navarra, España) hace 83 años. Fue ordenado sacerdote dominico en 1965 y permaneció misionando en el Amazonas del Perú durante 36 años. En 1976 fue consagrado obispo en Puerto Maldonado (Perú), sirviendo como obispo auxiliar de Monseñor Javier Ariz y después ya en el año 1980 como obispo vicario responsable de toda la diócesis. Luego asumió además como Secretario de la Conferencia Episcopal Peruana en el trienio 2002-2005.

 

Por motivos de salud retornó a España y actualmente vive en el convento de los dominicos de Villava apoyando en todo lo que puede las misiones con su celo incansable. Allí le ha entrevistado el magazine Selvas Amazónicas de los Misioneros Dominicos, en un diálogo que honra la vocación sacerdotal mientras nos regala valiosas confidencias de los desafíos que plantea la misión en la Amazonía.

 

 

 

 

 

¿Cuándo fuiste a Perú y en qué misiones has estado? 

En el año 1972 ingreso a la selva y el primer destino mío fue Quillabamba. En Quillabamba hemos hecho un trabajo muy grande; cuando yo llegué ya había problemas para sustituir a los frailes españoles y entonces pensamos que teníamos que hacer algo y ¿qué es lo que hicimos? crear las Comunidades Cristianas Campesinas.

 

 

¿En qué ha consistido tu misión?

Hemos hecho un poco de todo, creamos la Red Escolar de la Selva del Sur Oriente Peruano, que se llama RESSOP. Yo solía elegir a coordinadores seglares preparados, aunque también ha habido religiosas. El campo de la educación es muy importante y hemos dedicado muchos esfuerzos. La RESSOP aglutina unos 30 o 40 centros escolares.

También es importantísimo el campo de salud, por eso trabajamos mucho llevando de España enfermeras y médicos que iban por 2 o 3 años y se atendió la zona, especialmente la zona lejana del río bajo Urubamba que estaban sin médico y sin enfermera. Creamos el hospital de Santa Rosa en Quillabamba, un pequeño hospital o posta médica en Sepahua y otra en Kirigueti. Eran como centros de salud en donde poder atender a la gente.

 

También habéis hecho mucho trabajo en la defensa de los Derechos Humanos de las comunidades indígenas ante las empresas extractivas.

Teníamos nosotros una ventaja tanto en Puerto Maldonado como en Quillabamba: el poder de la radio y eso influye mucho en la gente.

 

 

¿Qué se hacía en la radio?

De todo, en Quillabamba la única radio que había era Radio Quillabamba, y en Puerto Maldonado, prácticamente la única, Radio Madre de Dios. Se informaba, se denunciaba, se retransmitían las misas, conferencias, encuentros, temas especiales en caso de enfermedades o de plagas… había un montón de motivos para comunicar.

 

¿Cuidabais mucho la formación de los catequistas?

Todos los meses había cursillo para los catequistas que daban y dirigían los misioneros dominicos. Normalmente una comunidad cristiana tiene un presidente, un preparador de sacramentos o catequista y un jefe de disciplina y dirás ¿qué es eso? pues simplemente el jefe de disciplina se ocupa de que los perros no molesten. La extensión del Vicariato es muy grande, y hacíamos mucha promoción vocacional también.

 

 

En Puerto Maldonado creaste un seminario, cuéntanos…

Uno se da cuenta de que faltan sacerdotes para atender bien a las comunidades, y es la queja que tienen los obispos; pero ¿qué hacemos cuando faltan sacerdotes?, lo que tenemos que hacer es crear ambientes para que esos jóvenes puedan llegar al sacerdocio, es lo que hice yo con el padre Lazcano entre otros, crear un seminario en Puerto Maldonado. En 1985 empezaron su formación 14 chicos y dije a ver ¿qué nombre queréis ponerle al seminario? Yo pensaba que iban a ponerle Santo Domingo o la Virgen del Rosario, pero quisieron el nombre de San Juan María Vianney porque es el Santo Cura de Ars, un sacerdote diocesano auténtico. El problema era el profesorado, lo pedíamos a España especialmente a Salamanca y a Valladolid para que explicasen metafísica, sacramentos… La carrera eclesiástica consta de 2 partes: una parte filosófica y otra teológica. Necesitábamos buenos profesores, gente preparada.

 

¿Qué valores destacarías de las comunidades indígenas? 

La religiosidad popular. Hay que tener en cuenta que en Perú, sobre todo en la parte de los Andes, hay zonas que han vivido sin sacerdote casi 150 años y han seguido con la práctica religiosa. Entonces cuando creamos las comunidades cristianas campesinas fueron una fuente para que surgieran de ahí vocaciones y para que esas vocaciones pudieran verdaderamente dar fruto entre la gente. Yo estoy contento porque el seminario va siendo fértil, son ya cerca de 40 sacerdotes que han egresado y que la gente por lo que me dicen, están contentos con ellos.

 

¿Una experiencia que te haya hecho feliz?

Todas son felices. Ha habido muchísimos ratos agradables al compartir con las comunidades.

 

 

¿El momento más duro?

La muerte, la muerte de los bebitos, me acuerdo de uno en brazos de su madre, le costaba respirar, quedaba un poquito de oxígeno, cuando se acabó el oxígeno, se acabó la vida. Y después accidentes que ha habido de unos y de otros especialmente yendo a Quillabamba en Puerto Málaga, la cúspide de los Andes.

 

¿Qué cosas mejoraron en el tiempo que estuviste allí?

La educación mejoró muchísimo. Dirigíamos un instituto pedagógico en Puerto Maldonado para preparar a los profesores. Y en el campo de salud, los médicos y los centros de salud, creamos hasta un quirófano.

 

¿Y qué fue a peor?

La muerte y la corta edad de los pequeños, yo digo que si un bebito llega a los 6 años está salvado, porque la mortandad infantil ataca antes de los 5 o 6 años.

 

¿En qué año empezaste a ser Obispo?

En el año 76 fue mi ordenación Episcopal en Puerto Maldonado, empecé como obispo auxiliar de Monseñor Javier Ariz y después ya en el año 80 como obispo vicario responsable de toda la diócesis.

 

¿Qué retos tienen la Iglesia Católica en la Amazonía?

Crear Iglesia autóctona, que no necesite ya un extranjero, sino que sean ellos los que vayan formando sus propios agentes pastorales, sus coordinadores…

 

 

 

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