Cuando Karen Flint entra al aparcamiento de la parroquia San Carlos Borromeo, en Newport (Michigan, USA), la oscuridad es total y el sol no saldrá hasta dentro de dos horas. Las luces del aparcamiento principal están apagadas para no atraer a los mosquitos que plagan la zona durante los meses de verano.
Guiada por la linterna de su teléfono móvil, Flint sube los escalones hasta la puerta de la capilla de adoración de la parroquia, teclea un código, entra en el vestíbulo y firma en el libro de horarios. Luego entra en una sala donde dice que el Señor la espera. Son las 5 de la mañana y como cada miércoles, apenas si hay un alma despierta en la ciudad a estas horas mientras Flint reza en un silencio que refleja la calma del mundo que aún espera el amanecer.
"Hay tranquilidad, paz", dice Flint al Detroit Catholic, el magazín de la Archidiócesis de Detroit. "A menudo, simplemente apago las luces, me siento con una vela encendida, mirando el tabernáculo o a Jesús en la cruz. Es todo muy tranquilo".
Flint y su marido empezaron a ir a la adoración eucarística en su parroquia en 1989, cuando se apuntaron inicialmente al turno de 1 a 2 de la mañana. "Teníamos hijos pequeños, así que iba él o iba yo. Él trabajaba en un turno rotativo en ese momento, así que esta hora era buena si él salía del turno de tarde en el trabajo", dijo ella. "Si él tenía otro turno, yo iba y él llegaba a casa mientras los niños dormían. Así que era bueno para nosotros".
Edmund Bechard, de la misma parroquia que Flint, cuenta que empezó a ir a la adoración en la década de 1990. Se apuntó a la franja horaria de las 3 de la mañana porque su trabajo en Detroit Edison sólo le dejaba la mitad de la noche como tiempo libre. "Me gusta mucho el tiempo de silencio. Cuando empezamos con la adoración perpetua, tuvimos un sacerdote que vino a la parroquia y habló de lo agradable que es para Dios que alguien tome la mitad de la noche, porque eso es difícil de cubrir, y queríamos cubrir todas las horas", comenta Edmund y puntualiza que ante el Señor normalmente reza un rosario, pero a veces canta himnos o simplemente se sienta en silencio y contemplación. Con el paso del tiempo -añade- ya ni siquiera pone el despertador, sino que reza a su ángel de la guarda para que le despierte a tiempo.
Edmund dice que mientras adora presenta ante Dios a su familia, en particular a su mujer, Karen Bechard, que murió hace seis años tras luchar contra una enfermedad renal y desarrollar un cáncer.
Luego de tres tratamientos con quimioterapia el cáncer no cedía y los médicos decidieron no seguir pues estaba demasiado enferma. Edmund dice que entonces redobló sus oraciones en la Capilla de Adoración y su esposa pudo vivir tres años más. "Ir a la adoración en medio de la noche, cuando todos duermen, me ayuda mucho. Siento esa paz. Es terapéutico. Siempre estoy deseando tener esa hora para reconectar con Dios a nivel personal. En nuestro mundo ruidoso y ajetreado, es una experiencia maravillosa".
Lugares donde Adorar
Recientemente, la archidiócesis de Detroit lanzó www.adorationfinder.org, que ofrece una lista interactiva de lugares de adoración eucarística en toda la citada archidiócesis norteamericana.
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