Imagen de san Josemaría, Mauricio Hernández y esposa

En Chile un trabajador agradece “milagro” de San Josemaría Escrivá de Balaguer

06 de enero de 2023

Al cuarto día de rezar la "Novena del enfermo" empezó la mejoría de Mauricio Hernández. “Nosotros sabíamos qué había sucedido: era un milagro”, testimonia Mauricio.

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Nunca pensó el padre Patricio Bravo "que sería testigo de un milagro de sanación tan cerca de sus ojos" -señala el portal del Opus Dei desde Chile-, destacando que este hombre de Dios se ordenó sacerdote diocesano recién a sus 52 años.

 

El padre Patricio recuerda que cuando era joven veía por la televisión “unos encuentros” –tertulias– con san Josemaría. Así comenzó todo: con una persona de Valparaíso viendo televisión. Jamás se imaginó que llegaría a presenciar la intercesión de ese santo por la salud de uno de sus feligreses, a kilómetros de distancia de la ciudad de la que es oriundo.

 

En ese entonces le llamaba la atención ese "sacerdote simpático" y su sencillez para hablar de las cosas de Dios, de una forma en que todos podían entenderle. Además, admiraba cómo respondía las preguntas de la gente sin vaguedad ni rodeos. Pero no le siguió más la pista hasta mucho tiempo después.

 

Después de 30 años como profesor de religión en la congregación de San Viator, Bravo decidió entrar al seminario de San Bernardo en la Región Metropolitana de Chile. Ese fuego que sentía adentro no se calmaba con dar clases, Dios le pedía más. Y fue en ese lugar donde nuevamente se encontró con san Josemaría, al conocer a sacerdotes del Opus Dei. Esta vez no lo dejó ir.

 

 

Desde 2016 padre Patricio (arriba en imagen) es vicario de la parroquia san Judas Tadeo de Los Ángeles y tiene encomendada principalmente la capilla San José Obrero, ubicada en la población 11 de septiembre. Es un pequeño templo inserto en una comunidad integrada principalmente por personas mayores. Fue enviado allí por el obispo de la diócesis y, desde que llegó, comenzó a difundir entre los feligreses la devoción a san Josemaría.

 

Cuando llevaba cerca de un año, uno de sus ayudantes en la capilla fue hospitalizado.

 

La enfermedad imprevista

 

A Mauricio Hernández le gustaba hacer deporte en su tiempo libre, pero de pronto comenzó a sentirse extraño. Le molestaba una pierna, la sentía distinta y notaba que empeoraba; sin embargo, cuando iba al doctor, no le encontraban ninguna anomalía. "No tenía nada a simple vista, pero yo sabía que había algo que no era normal", dice Hernández. En ese entonces tenía 48 años y trabajaba de reponedor en un supermercado.

 

Un día el dolor se hizo insoportable, tuvo fiebre y no aguantó más, por lo que acudió a urgencias en el hospital. Lo internaron.

 

Tras varios controles y exámenes, descubrieron que Mauricio tenía una bacteria que había entrado por la pierna izquierda, moviéndose por su cuerpo e instalándose en su corazón. "Y bueno, me diagnosticaron una endocarditis", explica. Es decir, una infección del revestimiento interior del corazón. "Supuestamente eso es como una muerte silenciosa. La bacteria estaba alojada ahí y, si perforaba algo, no lo estaría contando", agrega.

 

Cuando estaba en el hospital, el padre Patricio Bravo lo fue a visitar en varias ocasiones. Pasaron cerca de dos meses y, ante la gravedad de la situación, el sacerdote decidió llevarle la Novena de los enfermos a san Josemaría, una oración especial en la que se pide a Dios –por la intercesión del fundador de la Obra– que devuelva la salud a una persona, o que, si su voluntad es otra, le ayude a aceptar el querer de Dios.

 

La Novena y el Milagro

 

 

Llevaba internado dos meses cuando el equipo médico le comunicó que el tratamiento seguiría por treinta días más. "Nosotros nos frustramos porque tanto yo como mi familia estábamos cansados. Fue entonces que comenzamos a rezar la novena junto a mi esposa. Nos entregamos a él", cuenta. Llevaba pocos días en eso cuando empezó a sentirse más aliviado. Lo revisó el infectólogo y el cardiólogo, quienes notaron que estaba mejorando.

 

"Al cuarto día de rezar la novena me dijeron que me iría con hospitalización domiciliaria y, cuando me volvió a evaluar el infectólogo, se sorprendió mucho. Nos dijo que todos los exámenes habían salido buenos y en el electrocardiograma no había rastro de que hubiera tenido algo, o una cicatriz, una secuela, nada de nada", detalla Hernández. Lo dieron de alta.

 

"El doctor no sabía qué había pasado, pero nos miramos con mi esposa y soltamos las lágrimas, porque nosotros sí sabíamos qué había sucedido. Era un milagro", asegura. "Los otros cinco días de la novena los terminamos de rezar en la casa, en familia, con nuestras tres hijas, agradeciendo el favor concedido por intercesión de san Josemaría", añade.

 

Después de salir del hospital, Mauricio estuvo con terapia para recuperar musculatura. Según cuenta, en el primer control la doctora se sorprendió: "¿Tú aquí? ¿Sabes de la gravedad de la endocarditis?", le preguntó. "Dios me ha dado otra oportunidad", le respondió Mauricio.

 

Ya han pasado más de cinco años desde la hospitalización y Mauricio cuenta que no tiene secuelas de todo lo que pasó: “Gracias a Dios, nada. Me dieron el alta sin medicamentos. Y salí caminando”. Explica que, aunque al principio no andaba perfectamente, con el tiempo se recuperó bien e incluso volvió a hacer deporte, "sin ningún impedimento". También volvió a su trabajo de reponedor.

 

Tras esta experiencia, Mauricio cuenta que dedica su tiempo libre al servicio a la Iglesia y que con su esposa tratan de ser mejores cada día. "Si el padre necesita algo, lo ayudamos", dice. "Con él yo aprendí a conocer a san Josemaría", concluye.

 

Para orar la Novena de los enfermos, pulsa aquí.

 

 

Fuente: Opus Dei

 

 

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