La experiencia de una joven mujer tras la muerte de sus padres y esposo: Sin Dios es una tragedia

27 de julio de 2018

"Yo me fui alejando de Dios como a los 16 años, cuando empecé a meterme al rock"

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Desde Alaska a Tierra del Fuego cada año mueren un millón trescientas mil personas en las Américas debido al cáncer, según detalle de las estadísticas publicadas este año 2018 por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Seres humanos que tras su muerte continúan siendo incidentes en las vidas de muchos, en especial los familiares directos. Así lo expresa en Portaluz la colombiana Yeily Camacho Muñoz, quien tenía 19 años cuando murió su madre por cáncer. “Perderla a ella fue la herida más grande que haya tenido”, comienza narrando.
 
Tras el fallecimiento, su padre intentó proteger cuanto pudo a los siete hijos, pero no logró evitar que algunas de sus hijas se fueran del hogar familiar. Tampoco que Yeily se desbordara, a consecuencia de las decisiones que ella tomó antes de morir su madre. “Yo me fui alejando de Dios como a los 16 años, cuando empecé a meterme al rock” -confidencia- “y ya a los 19 pues todavía más alejadita, pero mi mamá me decía: Yeili vaya a Misa; como que no le gustara que yo escuchara esa música, que me vistiera de negro. Yo estaba trabajando, tenía a mi novio, Said, que le gustaba mucho lo que era el rock, el metal, la música pesada. Cuando se lo presenté a mi madre, no le gustó porque él era un hombre de cabello largo, con tatuajes…”.
 
La muerte no es el final
 
Fallecida la madre de este hogar y tras la partida de las hijas mayores, el padre de Yeily evitaba confrontarla, absorto en su propio dolor. “No nos exigía mucho, entonces ya empecé con una vida libertina, en el sentido de salir sin pedir permiso, sin avisar. Nunca probé drogas, pero fumaba y tomaba alcohol”, comenta.
 
Estando desvinculados unos de otros, en el grupo familiar nadie previó las consecuencias para el padre de vivir en solitario su pérdida, sumado a la hipertensión que padecía. Dos años y medio después de fallecer su esposa el año 2001, murió sólo, en un hospital. Salió para hacer unas compras el 24 de diciembre y ya no regresó, relata Yeily y explica que “quizá ese día no se tomó sus pastillas para la hipertensión”.
 
Pocos años después, a fines de 2011, junto a Said y la hijita de ambos, concurrieron a casa de unos amigos para festejar el nuevo año. En la madrugada del día primero Said le pidió, recuerda Yeily, si podía acompañarlo a comprar cigarrillos y ella prefirió quedarse con su hijita que estaba dormida. Como tardaba en regresar ella supuso al comienzo que Said estaría con amigos del barrio. Jamás regresó.  El día 2 de enero fueron al cuartel policial donde les dijeron que habían encontrado en el sector a dos fallecidos, víctimas de asalto, que requerían verificar identidad en la morgue.  “Me fui con mis hermanas. Llegó una cuñada y ella fue la que entró. Yo no fui capaz porque mi corazón me decía que sí, que él estaba ahí. Cuando ella sale, me bastó ver su cara. Empecé a gritar, yo lo quería mucho, fue el amor de mi vida” recuerda emocionada.
 
El proceso de sanar
 
Tres pérdidas tan significativas en pocos años tuvo un impacto devastador. Pero ya no era la jovencita que, enrabiada con Dios, se lesionaría a sí misma saliendo de fiesta a beber, intentando evadir el dolor. Ya no podía resistir. “Yo no tenía ni fuerzas para abrazar a mi hija porque si la abrazaba lloraba mucho… La primera semana fue terrible, yo digo que fue unas de las cosas más duras que se puede vivir”.

Hoy, que ya ha logrado recuperar su paz y retomar el vínculo con Dios, valora el consejo de una amiga que la invitó a un retiro organizado en Colombia por el movimiento católico “Lazos de Amor Mariano”, donde fueron facilitadores para que ella acogiera su duelo y, aferrada a la fe, comenzara un proceso de “sanación de las heridas”.
 
En este trayecto son el rezo habitual del rosario, confesarse, acudir a la Eucaristía, las medicinas que a ella le ayudaron y que hoy Yeily Camacho recomienda a todos quienes se ven afectados por la muerte de seres queridos o cualquiera otra experiencia compleja de la vida: “Los problemas siempre van a estar, pero cuando estamos con Dios es más fácil de llevar, esa carga se nos hace más liviana. Siempre hay una salida, lo oscuro, lo que nosotros vemos es lo oscuro, pero si abrimos los ojos a Él vemos la belleza de la vida…”.


 
 
 

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