Los Cuidados Egipcio-Esenios, una pseudoterapia New Age que “se cuela” en espacios católicos

21 de octubre de 2022

Un francés con publicidad de “sanador” realiza su taller en una residencia salesiana de España. Es sólo una muestra de una realidad de infiltración habitual, conocida y permitida en muchos ambientes de la Iglesia católica, sobre todo en congregaciones religiosas.

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Desde el pasado mes de septiembre se ha podido ver un cartel en algunos establecimientos de Barcelona y en las redes sociales anunciando: “Desmitificar la muerte”. La convocatoria era doble: primero, dos conferencias gratuitas –el “gancho” para la captación de posibles interesados– en Gerona (en un hotel) y Barcelona (en la Casa del Tíbet), los días 20 y 21 de octubre; pero lo realmente importante es el “taller vivencial” que tendría lugar el sábado 22 de octubre, de 9 horas de duración, y con un coste de 75 euros.

 

El reclamo es bien significativo, al abordar cuestiones fundamentales para todo ser humano: “¿Qué hay más allá de la muerte? ¿Qué enseñanzas nos aporta para la vida? Si es inevitable, ¿por qué temerla?”. En el cartel, una gran fotografía mostrando a un hombre de apariencia bondadosa: Bernard Rouch, que es presentado como “físico e ingeniero en telecomunicaciones. Escritor y gran conocedor de diversas tradiciones espirituales. Enseñante desde hace 30 años de los Cuidados Egipcio-Esenios”. Y lo que no pasa desapercibido y mueve a reflexión, es el lugar de celebración del taller: una sala en la Residencia Martí-Codolar de los Salesianos en Barcelona.

 

¿Una propuesta cristiana… o de otro tipo?

 

 

Observando la temática, es delicado lo que se planteaba en la convocatoria, ya que en torno al hecho de la muerte y a la vivencia del duelo, el taller establece en su propuesta “ejercicios prácticos” que servirán, entre otras cosas, para “experimentar la realidad del más allá” y “comprender cómo mantener el contacto con aquellos que nos dejaron”.  

 

Que en una casa de los Salesianos –congregación religiosa fundada por San Juan Bosco en el siglo XIX en Italia y dedicada fundamentalmente a la educación de los jóvenes–, se imparta un taller sobre la muerte y la vida podría entenderse perfectamente a la luz de la fe cristiana como una propuesta de formación (profundizar en la enseñanza católica sobre la muerte y el más allá, los llamados “novísimos”, la comunión de los santos…) y acción (la llamada a la conversión, el rechazo del pecado, la oración de intercesión por los difuntos…).

 

Pero la realidad no es así. El “taller vivencial” no sólo se ha convocado desde una perspectiva ajena al cristianismo, sino con un ánimo expresamente sincretista (observemos que Rouch se presenta como “gran conocedor de diversas tradiciones espirituales”), algo propio del pensamiento esotérico de la New Age. La confusión de las personas que participan puede ser grande… y espiritualmente dañina.

 

Un gurú más de la Nueva Era

 

 

Por eso es fundamental responder a esta pregunta: ¿quién es Bernard Rouch? Según su propia biografía oficial, nació en Francia en 1968 y su identidad espiritual ha estado marcada por su madre, una mujer católica que en la infancia de Bernard se hizo ortodoxa y más tarde se acercó al hinduismo y al budismo. Ella también “recibía, en sus momentos de silencio, mensajes de una ‘voz silenciosa’ que le inspiraba en sus decisiones vitales”. Por su parte, el padre también le inculcó la simpatía por las prácticas hindúes y las culturas maya y azteca.

 

De esta forma, Bernard Rouch “pudo expresar y desarrollar las capacidades sutiles que empezaban a nacer en él, como la visión y la comunicación con el mundo de los espíritus”. Cuando su madre ingresó en un monasterio budista de los EE.UU., el Bernard adolescente fue acogido por unos familiares muy implicados en el esoterismo New Age de tipo sanador. De hecho, entre ellos se encontraban el matrimonio de gurús Daniel Meurois y Anne Givaudan, inventores de las “terapias egipcias y esenias” y practicantes de la “lectura de aura”.

 

Según explica el propio Rouch, estudió ingeniería física y se dedicó a la investigación en la Agencia Espacial Europea (ESA) –aunque en ningún lugar demuestra documentalmente estos datos académicos y laborales–, y “al final del día realizaba a menudo prácticas de terapias”. También viajó a la India en busca de sabios y maestros… En 1993 comenzó a enseñar “las terapias Egipcio Esenias”, algo que se convirtió en su dedicación exclusiva en el año 2000. Desde entonces, las imparte en España, Francia, Italia, Suiza y Canadá.

 

Una visión deformada de la fe cristiana

 

 

En el currículum del gurú se subraya que “siempre ha estado sensibilizado por el acercamiento a los cuerpos sutiles y a las realidades de orden energético y metafísico. [...] desarrollando una amplia visión energética y espiritual de la vida y del ser humano”. Un lenguaje propio de la concepción antropológica de la Nueva Era, que habla de diversos cuerpos en el ser humano y utiliza siempre el término “energía”.

 

Por eso, a pesar de que insista en su bautismo cristiano ortodoxo y su afirme haber realizado algunos estudios bíblicos en una Facultad de Teología protestante, basta con ver los artículos que publica en su página web para comprobar la interpretación esotérica que hace de los elementos de la fe cristiana: Resurrección de Cristo, Navidad, Domingo de Ramos...

 

Así, Bernard Rouch se reviste de una apariencia cristiana, para ofrecer una lectura totalmente alegórica de los misterios de la vida de Jesús. “La noche de Navidad, más allá de su significado histórico, ha sido una noche sagrada durante milenios”, asegura, explicando que “en esta época del año se abre un portal en el que el poder del Cielo se manifiesta con mayor intensidad en la tierra”, en forma de “vibración” o “energía todopoderosa”, sin alusión alguna al nacimiento de Cristo.

 

Algo parecido sucede con la Resurrección, cuyo sentido sería el “poder del amor para volver a florecer como la flor en primavera”. Para Rouch, su sentido principal no es tanto el acontecimiento que protagonizó Jesús, cuanto que “es hora de dejar atrás nuestro invierno, nuestras convicciones, para dejar florecer nuevos horizontes”.

 

Sobre la celebración del Domingo de Ramos, por ejemplo, este autodenominado maestro espiritual revela su “mensaje secreto”: “las hojas de palma y otras ramas que la multitud agitaba sobre sus cabezas representaban su conexión vertical con el Padre. Como una antena, les recordaba su propia esencia divina”. Lo habitual en la New Age, que insiste en la “esencia divina” de cada persona, en el engaño de que todos seríamos dioses, todos seríamos Dios.

 

El riesgo pseudoterapéutico

 

 

En su página web dedicada a lo terapéutico –porque siempre ha utilizado el término “terapias”, aunque ahora use “cuidados” para evitar problemas legales–, expone una serie de conceptos mezclados sin el más mínimo rigor histórico -una peculiar conexión entre el Antiguo Egipto, el pueblo judío del Antiguo Testamento, los esenios...-, para legitimar la afirmación de que “los cuidados egipcio esenios son sanaciones energéticas que permiten acompañar al paciente hacia el reencuentro del equilibrio de todos los componentes de su ser”.

 

Continúa sentenciando el gurú… que dichos cuidados “permiten realizar un trabajo en profundidad y promover la mejoría de la armonía entre los diferentes cuerpos energéticos – a saber, el etérico, emocional y mental- del ser. También nos permiten rastrear el origen del dolor para volver a su fuente”. Afirmaciones como esta denotan una concepción antropológica distante de todo conocimiento científico racional y, por supuesto, de la cosmovisión cristiana. Queda claro al ver que proponen “la lectura del aura”, definiéndola como “una gran herramienta que da la capacidad de percibir el estado de salud y la armonía de los cuerpos sutiles en relación con el cuerpo físico”.

 

Y aquí viene, cómo no, el peligro de estas “terapias” para la persona que caiga en las redes del gurú, además del riesgo espiritual ya señalado: “estos cuidados son una ayuda para la persona enferma, que es víctima de una privación existencial, de sufrimiento físico, psicológico y mental. Ellas actúan sobre la falta de armonía entre el cuerpo y el alma, para volver a conectar al ser humano con las energías de la tierra y el cielo, conduciendo al organismo a un nuevo equilibrio y una nueva armonía”.

 

Aunque el gurú aclara -para sustraerse de responsabilidades por lo que puede pasar- que sus prácticas no pueden sustituir tratamientos médicos, tiene la irresponsable desfachatez de decir que “pueden apoyar y ayudar a las personas a vivir con enfermedades como la diabetes, el cáncer, la esclerosis múltiple, SIDA, alergias, intolerancias alimentarias, hipertensión, depresión, Alzheimer, Parkinson, etc.”, ya que ayudan a “la comprensión de las causas que llevaron al individuo a la enfermedad”. Una afirmación peligrosísima propia de las pseudoterapias.

 

La infiltración en espacios católicos

 

 

Y así es posible imaginar quiénes integrarán, en una proporción importante, la asistencia a ese “taller vivencial” en torno a la vivencia de la muerte: enfermos (algunos quizás terminales o desahuciados por los médicos) y personas con una especial vulnerabilidad. Un mensaje de correo electrónico enviado en estos días a la congregación religiosa que regenta la residencia donde se celebra decía lo siguiente: “Por favor, cancelad el evento, no dejéis que algo así se difunda en un espacio salesiano, en un lugar católico. No podemos ser cómplices de esta barbaridad, de esta estafa”.

 

A pesar de ser una práctica frecuente, el uso –normalmente a cambio de dinero– de espacios de titularidad eclesiástica para actividades de sectas y prácticas de la Nueva Era supone un inmenso error, ya que muchas personas acuden confiadas a algo que se celebra en un local parroquial o religioso. La complicidad con quienes perpetran un engaño de esta magnitud –en sus diversas dimensiones: psicológica, familiar, social, sanitaria, económica y espiritual– no es aceptable de ningún modo.

 

El documento del Vaticano sobre la Nueva Era (Jesucristo, portador del agua de la vida) es claro en este sentido, cuando dice: “Desgraciadamente, hay que admitir que en muchos casos algunos centros de espiritualidad específicamente católicos están comprometidos activamente en la difusión de la religiosidad de la Nueva Era dentro de la Iglesia. Es necesario corregir esta situación, no sólo para detener la propagación de la confusión y del error, sino también para que se conviertan en promotores eficaces de la verdadera espiritualidad cristiana”.

 

 

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